martes, 7 de julio de 2020




“LOS INTOCABLES”, DE MORRICONE

Cada vez soy más vaga para esto de las notas funerarias, pero es que Ennio va ligado a mí muy estrechamente, ya que las pelis de gángsters son mi debilidad y “Los intocables de Elliot Ness” mi favorita entre todas ellas.

La peli, para quienes no la hayáis visto, fue rodada en los tiempos de las vacas gordas, con un mega presupuesto a disposición del señor De Palma, que se fundió la pasta en un reparto de lujo y unos excelentes trajes de Armani que le valieron la nominación a un Óscar, que finalmente no ganó, en el apartado de vestuario. Nadie que la haya visto puede olvidar la escena en que el malvado, vestido con un impecable terno blanco, sonríe ladinamente, la mano bajo la solapa, cuando Elliot Ness descubre el estuche de cerillas con las señas de Malone. O ese momento en que el citado policía y Ness se encuentran en el puente y el primero le dice al segundo: “Ha cumplido usted con la primera obligación de un buen poli, que es volver sano y salvo a casa”.

Hacer una buena película es un poco todo: un poco el guión, un poco la ropa, un poco los planos... en fin, una labor global que haga que el espectador disfrute aunque no entienda un pimiento de cine: que se acomode en la butaca y sienta que la historia que le cuentan merece ser contada. Que le enganche y le dé envidia y al mismo tiempo sea consciente de que jamás se puede dar en la vida real. Porque el cine es ficción, aunque a menudo se inspire en realidad. Y la ficción es lo único que algunas veces nos puede salvar de la mediocridad: los diálogos, la trama, la decoración...

Y la música.

Y ahí estuvo Ennio, con esa banda sonora de cinco tenedores acorde con los trajes y con el reparto y con la ambientación. Yo la vi en un cine urbano. Venía precedida de una crítica excelente y el domingo en esa época solía tocar cine. Pero la historia de la brigada anti Capone no fue para mí una más. Me cautivó hasta el punto de que me hice con una copia en dvd, cuando valían una pasta, y la he visto las suficientes veces como para saberme parte de los diálogos. Y me la vuelvo a tragar siempre que la ponen en la tele. Y se me sigue poniendo la carne de gallina cuando aparecen esas letras negras impresas sobre un fondo color arena proyectando su sombra sobre la base de la pantalla tras los primeros compases pom.... pom... que dan paso a la melodía que abre el film, y que desde ayer convirtieron en inmortal a Morricone.

Al menos para mí.

#SafeCreative Mina Cb

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