PENITENCIA
No se escuchan los tambores
por mi barrio, y la ciudad
no bulle de cristiandad
en este mes de las flores
como en años anteriores.
No hay saetas ni Salzillos
ni frecuentan los chiquillos
alborotados y ociosos
los tinglados religiosos
vestidos de monaguillos.
No hay atascos en las vías
que llevan al litoral
y es en cada capital
uno más de tantos días
de ver las calles vacías.
Y es que esta vez la sentencia
es, o muerte, o continencia:
Mejor que nos recojamos
que, de momento, ya vamos
sobrados de penitencia.
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