viernes, 24 de abril de 2020




CAMINAR


Fue hace muchos años. No recuerdo cuántos. En un control de salud rutinario de la empresa: 220 de colesterol y, tras seis meses de dieta espartana, la sorpresa: 270. Y la medicación como remedio.



¿No hay otra salida?- pregunté.
Puede usted probar a hacer deporte.

Comencé a salir a caminar un rato cada día. Media hora, que era lo recomendado. Tenía entonces una vía verde cerca de mi casa y empecé con el recorrido corto, casi urbano. Le cogí gusto y lo alargué. Y al cabo de unos meses hacía unos ocho kilómetro entre semana y más de once los domingos. Y lo mejor es que la marcha me enganchó. Se convirtió en el momento más esperado del día. Mejoró mi salud y mis rodillas, que me estaban empezando a fastidiar, dejaron de dolerme a causa del refuerzo de la masa muscular. El análisis siguiente salió rozando los niveles máximos, pero la tasa de colesterol bueno era tan alta que compensaba con creces a la nociva. Por lo que me salvé de tomar medicación.

Al cabo de algún tiempo cambié de domicilio y empecé a pasear a la orilla del río. Aprendí los ciclos de los árboles y descubrí la naturaleza con mayúsculas. Comencé a apreciar el paso de las estaciones y a reparar en cuándo aparecían los brotes en los árboles y celebré la legada de las abejas y las mariposas. Y observé la trayectoria de las huidizas libélulas con sus alas transparentes y doradas.

Pero no es solo eso. Caminar se convirtió en una medicina tanto a nivel físico como mental. Comencé a salir a cualquier hora. Incluso varias veces al día. Pasear se convirtió en mi salvavidas en los momentos más difíciles. Creo que la decisión más importante de mi vida la he tomado en un camino, tras recorrer kilómetros llorando. He salido a medianoche a la calle en busca de oxígeno cuando la angustia me robaba el sueño y la tranquilidad. He recorrido a pie montañas, valles, pedregales y ciudades. He reventado en unos meses pares de deportivas que a los demás les durarían lustros. Nunca me pongo enferma. Y caminar me ha convertido en una persona equilibrada.
Cosa que antes no era.

Por eso, cuando mis amigos intentan consolarme diciéndome que tampoco es para tanto, que los caminos, las flores y el río seguirán ahí cuando salgamos, me cabreo. 

Porque cuando he estado realmente jodida, cuando ni un abrazo ni un beso ni una canción ni un teclado me han podido apaciguar, he salido a un camino, he vagado sola y sin rumbo a cielo abierto durante horas, he llorado y gritado si he tenido ganas y al final he conseguido apaciguar a la bestia que me habita.

Y eso es mejor que mil Trankimazines.

SafeCreative‬ Mina Cb

#deportealairelibreya

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