“LA NORMALIDAD”
El otro día en el curro tuve uno de esos momentos en que no sabes si reírte o llorar. Un cliente de los que andan molestos por el adelantamiento de la hora de cierre, me dijo:
“Parece que vamos a volver pronto a la normalidad”
Me quedé mirándolo, perpleja, intentando asegurarme de que no me estaba tomando el pelo y me encogí de hombros, irónica, diciéndole que para eso aún faltaba mucho. Se lo dije con ese tono de quien se ha resignado a vivir sin mirar hacia atrás ni hacia adelante. Sin expectativas ni recuerdos. Lo primero por lo incierto y lo segundo por lo doloroso en esta situación. Al fin, y bastante molesto, el tío me saltó.
“Cualquiera diría que te gusta vivir así”.
Pasé de darle explicaciones. Pasé de intentar decirle que para mí no hay nada más valioso que la libertad. Y que lo que más valoro, aparte de ella, es la naturaleza. Que los amigos están ahí, tras la pantalla, y una al final siempre puede llorar sola porque para llorar solo hacen falta lágrimas. Pero que el aroma y el tacto de una flor, los reflejos de los chopos sobre el río o el caprichoso aleteo multicolor de una mariposa son espectáculos a los que ningún soporte artificial puede hacer justicia. Y que intento no pensar en que llevo tres semanas privada del placer de pasear al aire libre o de tumbarme al sol sobre la hierba de los sotos o el arcilloso suelo de Bardenas. Que me angustian las cuatro paredes de mi casa y necesito los olores de la huerta. Que sufro al saber que las flores violetas de la tapia del camino de la Mejana ya habrán brotado y que este año no voy a contemplarlas. Y que me voy a perder las primeras golondrinas, y las mariquitas apareándose en la Negra, y el martinete, que seguro que ha venido ya. Que me muero de ganas, algunos días cuando me despierto pronto, de coger el bastón y perderme entre la noche que se esfuma, y ver amanecer desde lo alto de la cuesta de los labradores, cuando el cielo se desgarra en amarillos y violetas y hace que el olmo parezca uno de los árboles de “Memorias de África”. Y que se me llevan los demonios el domingo, tirada en el sofá mientras el agua corre por la presa del Bocal y otro atardecer se escapa sin que yo lo vea.
No quise detallárselo. No le quise contar que estoy renunciando a todo eso porque un puñado de amigos, aparte de un montón de personas a las que no conozco, se están dejando el tiempo y la salud en hospitales para hacer que este chorreo de muerte se detenga. No quise perder tiempo en explicarle que la normalidad es estar sano y además saber que tu salud no está en peligro. No traté de explicarle que la normalidad es poder llevar a tu padre de la mano hasta las puertas de la muerte. Y luego poder abrazar a tu familia. Y hacer un duelo para honrar su vida y su memoria.
Simplemente escaneé su compra mientras pensaba que esa persona no ha entendido nada.
#SafeCreative Mina Cb
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