RETAZOS
Es curioso cómo el olvido se va filtrando por entre los muros, las ventanas y las puertas. Cómo, por mucho que queramos impedirlo, por mucho que intentemos retener esas presencias únicas y amadas, por muchos burletes con que tapemos las ranuras, por muchas capas de plaste que apliquemos sobre las grietas, la suave y renovadora brisa del olvido se va adueñando de todas las estancias. Y poco a poco los objetos adorados van rompiéndose, o volviéndose inútiles a causa del... desgaste, o siendo condenados al oscuro y apolillado exilio de un cajón. Y cada vez ya más de cuando en cuando nos asalta la nostalgia en forma de presencia silenciosa, de fugaz evocación ante el espejo, donde vemos reflejada por tan sólo un instante la imagen de un rostro del pasado, una sombra difusa que se arregla la barba y se atusa el cabello, y que desaparece al instante, más rápido que el vaho, pero que nos deja un regusto amargo y dulce a un tiempo: amargo por el siempre incierto poso de la pérdida y dulce por la indulgente paz con que el olvido nos obsequia más tarde o más temprano.
Hace un momento acabo de sentirlo tras de mí: una ráfaga helada y penetrante que me ha traspasado como la corriente que se produce en los salones de las casas de las películas antiguas. Era él, el olvido, una más de sus idas y venidas dedicado a la ardua tarea de aventar los retazos de tristeza que han quedado incrustados entre los ladrillos de los muros de mi casa.
#SafeCreative Mina Cb
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