CERVEZA MULATA
Había pasado toda la jornada envuelto en ese frenético sinsentido que siempre acompaña a las vísperas de vacación. Entre eso y que después hubo de ocuparse de todos los preparativos para acoger a sus hijos al día siguiente (compras, limpieza, camas, coladas…), para cuando quiso darse cuenta era más de medianoche.
Llevaba horas soñando con tomar una cerveza bien fría. Se lo había ganado. La noche era asfixiante y mañana no tenía que madrugar puesto que su ex mujer había quedado en llevarle a los niños hacia el mediodía.
Pero, vayapordios, no le quedaba ni una en la nevera. Qué contrariedad, pensó, mientras evaluaba la posibilidad de bajar al bar de la plaza y tomársela sentado en la terraza, fumando un cigarrito. Aunque, dedujo después, seguro que a esas horas ya estaba cerrado. Y más un lunes.
Pero es que la cerveza le apetecía muchísimo. Así que se estrujó las neuronas y se acordó de un locutorio latino que había dos calles más allá y que cerraba a las tantas. El garito tenía un pequeño mostrador que hacía las veces de barra de bar y desde el cual lo mismo se podía hacer un giro postal que comprar un paquete de café.
De modo que venció los prejuicios (un hombre solo a esas horas en un tugurio como aquél) y allá que se fue.
Regentaba en antro una mulata de más de ciento veinte quilos disfrazada mitad de flamenca mitad de cabaretera del Folies Bergère y componía la parroquia lo mejor de cada casa. La cerveza para venta al público estaba caliente, pero si quería, le dijo la morena guiñándole un ojo, podía tomarse una bien fresquita allá, en el mostrador.
Y ahí se detenían sus recuerdos. Porque ya no fue consiente de nada más hasta que el sonido del timbre lo despertó. Eran los peques. Se levantó, se vistió, se lavó la cara como los gatos y salió a abrir la puerta. Quiso morirse cuando, de camino, se encontró el salón hecho unos zorros, vasos rotos y ropa interior por todas partes y a Mami Panchita disfrazada de Eva sin hoja de parra roncando en el sofá.
#SafeCreative Mina Cb
Había pasado toda la jornada envuelto en ese frenético sinsentido que siempre acompaña a las vísperas de vacación. Entre eso y que después hubo de ocuparse de todos los preparativos para acoger a sus hijos al día siguiente (compras, limpieza, camas, coladas…), para cuando quiso darse cuenta era más de medianoche.
Llevaba horas soñando con tomar una cerveza bien fría. Se lo había ganado. La noche era asfixiante y mañana no tenía que madrugar puesto que su ex mujer había quedado en llevarle a los niños hacia el mediodía.
Pero, vayapordios, no le quedaba ni una en la nevera. Qué contrariedad, pensó, mientras evaluaba la posibilidad de bajar al bar de la plaza y tomársela sentado en la terraza, fumando un cigarrito. Aunque, dedujo después, seguro que a esas horas ya estaba cerrado. Y más un lunes.
Pero es que la cerveza le apetecía muchísimo. Así que se estrujó las neuronas y se acordó de un locutorio latino que había dos calles más allá y que cerraba a las tantas. El garito tenía un pequeño mostrador que hacía las veces de barra de bar y desde el cual lo mismo se podía hacer un giro postal que comprar un paquete de café.
De modo que venció los prejuicios (un hombre solo a esas horas en un tugurio como aquél) y allá que se fue.
Regentaba en antro una mulata de más de ciento veinte quilos disfrazada mitad de flamenca mitad de cabaretera del Folies Bergère y componía la parroquia lo mejor de cada casa. La cerveza para venta al público estaba caliente, pero si quería, le dijo la morena guiñándole un ojo, podía tomarse una bien fresquita allá, en el mostrador.
Y ahí se detenían sus recuerdos. Porque ya no fue consiente de nada más hasta que el sonido del timbre lo despertó. Eran los peques. Se levantó, se vistió, se lavó la cara como los gatos y salió a abrir la puerta. Quiso morirse cuando, de camino, se encontró el salón hecho unos zorros, vasos rotos y ropa interior por todas partes y a Mami Panchita disfrazada de Eva sin hoja de parra roncando en el sofá.
#SafeCreative Mina Cb
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