SANTANA 2020
Tanto se habla de las fiestas
en los foros de internet
que al final, he decidido
pronunciarme yo también.
Porque, como el personal
parece estar convencido
de que el virus se retira
por donde había venido
y aunque dijo ya hace un mes
Toquero que no había fiestas
la gente sigue a lo suyo,
sin parar de dar ideas
para que, de un modo u otro
tengamos una semana
de jolgorio y despelote
pero sin perder la calma
voy a proponer yo aquí
un programa alternativo
tomando las precauciones
para no atraer al bicho.
El cohete en varios turnos
y dividido por franjas:
uno para los ancianos
a las diez de la mañana,
el otro para los críos
a las cinco de la tarde
y a mediodía el de siempre...
eso sí, sin desmadrarse,
todos de blanco y de rojo,
provistos de mascarilla
y cumpliendo a rajatabla
cuatro normas bien sencillas:
Nada de beber a morro
varios en una botella,
nada de estar tan pegados:
dos metros, esa es la regla.
Nada de que los vecinos
echen agua desde arriba,
que lo mismo en algún cubo
está disuelta la bicha.
Nada de llenar los bares
ni de repartir abrazos,
nada de padres con críos,
nada de críos con yayos,
nada de, si hace calor
refrescarse en una fuente,
que si alguno tiene el virus
se lo pegará a más gente.
Nada de ir al puente a ver
los fuegos artificiales
y apiñarse como hormigas
sin los dos metros legales.
Nada de soltar el “¡Ooooooh!”
cuando nos guste el exploto,
que lo mismo le escupimos
al decirlo el virus a otro.
Y, para la procesión,
la solución está a huevo:
que cada cual lleve un cirio
de exactamente dos metros
y marque con esa vela
la distancia de rigor
y a Santa Ana, que le pongan
unas andas con motor.
Los almuerzos se han de hacer
en mesas de veinte metros
para que así corra el aire
y no surjan contratiempos,
que, total, con lo que grita
la peña ya de normal
el volumen de las voces
será como el habitual.
Eso sí, cuando se acerque
el conflictivo momento
del abrazo y la palmada
que se arrime el camarero
y disuelva la reunión
antes de que vaya a más
la efusión, y se produzca
algún contagio fatal.
Con los encierros se impone
lo mismo que en el cohete:
por turnos, y por edades,
que algunos ya no son muetes
y manteniendo, otra vez
la distancia permitida
no sólo entre corredores,
también entre las vaquillas.
Que no se acerquen los mozos
como les gusta, a los cuernos
y que guarden, por favor
los consabidos dos metros.
Y luego, en la Revoltosa
yo haría como en los bares:
con un cincuenta por ciento
se evitan proximidades
y, de nuevo, como en todo
lo demás, se aplican franjas:
tres tandas de diez minutos
para danzantes y banda.
Lo mismo se puede hacer
con los bailes populares:
los divinos en un turno
y en el otro los “normales”
que alguna que yo me sé
es capaz, os lo aseguro
de hacerse toda la “Era”
en veinticinco segundos.
Con la verbena no habrá
grandes problemas, digamos
porque de normal acuden
solamente cuatro gatos.
Eso sí, no se autoriza
que nadie baile agarráo,
que el riesgo se multiplica
cuando se anima el saráo.
Así que se instalarán
en el kiosco un par de agentes
que graben, para multar
después a los delincuentes.
Los cuartos no van a ser
una tarea sencilla
puesto que no hay suficiente
autoridad en la villa
y es por eso que el muylustre
pagará a algunos chivatos
que llamen a los munipas
si alguien incumple el mandato.
Que, con la experiencia que
tuvimos con los balcones
podemos estar seguros
de que haber, hay condiciones.
Con los toros pasa un poco
como pasa en la verbena:
van cuatro gatos, por tanto
mejor no gastar las perras
o soltar una vaquilla
de las de por la mañana
respetando los dos metros
entre la res y la espada.
Me queda lo de las ferias
y los puestos ambulantes:
dos metros de muete a muete
o de feriante a feriante
y los clientes del puesto
no se podrán probar nada
ni tocar la mercancía
que lo mismo está infectada.
Y para el “Pobre de mí”
se hacen turnos nuevamente
y terminamos las fiestas
para Navidad... con suerte.
#SafeCreative Mina Cb
Imagen: Susana Tarragona Castro
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