MÁS QUE UN MAESTRO
Cuando en diciembre pasado nos planteamos desde el Club de la Rima rendirle un homenaje a Pepe Alfaro, nos dimos cuenta de que no iban a poder estar todos los que son. Porque son muchos. Somos muchos los que le debemos algo a este hombre de mirada serena que parece tener un pacto con el diablo. Me lo imagino, cuando va de bolos literarios, espantando a las chicas que lo persiguen. Pero es que Inma es mucha Inma, con el nombre ya está dicho todo. Y además que para Pepe la literatura no es vehículo sino punto de llegada y de partida. Origen y destino desde siempre. Porque Pepe, como todos los grandes, nació con la pluma en la mano. Como si fuera una sexta uña del dedo inexistente, un apéndice raro e inseparable que se convertiría en fuente de dicha y de desgracia. Porque cuando te elige ella, la escritura, ya no hay más. Te puedes poner como te pongas. Pasar de ella. Rebelarte. Irte al seminario. Hasta hacerte profesor de matemáticas. Lo que quieras. Tú puedes intentarlo todo que ella te buscará y te encontrará. Vaya que sí. Y te irá persiguiendo de colegio en colegio, de etapa en etapa, de país en país. Hasta que llegue un día en que ya no puedas con el peso y tengas, como él, que compartirlo. Y andar dando plumazos por doquier: que si cursos, que si libros, que si iniciativas solidarias, que si concursos varios... Es lo que toca cuando alguien tiene ese talento y además esa curiosidad por el mundo de las letras. Que se viene arriba y se emociona y tiene que andar contándoselo a todo el mundo. Y hablarles de Fulano y de Mengano. Y de cómo son y de lo que escriben. Y contar anécdotas de poetas que los demás solo conocemos a través de su obra. Y hablar veladamente a personas importantes de esa personita de su pueblo que escribe tan bien y decirle, mira, si quieres te mando unos poemas y decides. Y que de repente un día a esa personita le llegue una invitación de Fulanita de Tal que quiere conocerte. Y que tú vayas allí hecha un flan, con tus cuartillas, y se dé el milagro, y lo que siempre soñaste se haga realidad.
Pues eso: que viene bien que en el mundo haya gente como él.
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