sábado, 21 de diciembre de 2019





TURRONES PRECORTADOS


Estoy indignadísima con el planeta Tierra. Esto es el no va más. Hace unos días compré una tableta de mi turrón favorito (el de tres chocolates de la marca Eroski, que como es barrer para casa voy a hacer publicidad) y lo guardé en el armario de la cocina en donde normalmente meto los alimentos, digamos, menos convenientes. 
Como soy muy voraz con el tema del dulce, decidí no empezarlo de inmediato y esperar a terminar todas las tabletas de cacao que tenía abiertas y que, a buen seguro, iban a quedar relegadas al enranciamiento una vez arrancase el celofán del envoltorio del dulce navideño.
Pues bien, cuál fue mi sorpresa cuando ayer, al abrirlo, descubrí que este año viene precortado. No en trozos, como el duro, sino con esas muescas que separan una porción de la siguiente para que te resulte más sencillo el corte y la dosificación.

Y digo yo: ¿quiénes son los señores fabricantes del turrón de tres chocolates marca Eroski para decidir cuál es la cantidad de producto que debo consumir?

Sí, porque como tengo el colesterol un poco desbocado y no me convienen mucho esos pecados, tomo los dulces navideños con una especie de remordimiento que me impide mirar el apartado del aporte nutricional que figura en la etiqueta. Porque las calorías me la traen al pairo, pero lo de las grasas saturadas me preocupa. Y claro, el turrón este debe de tener una barbaridad. Y como solo lo consumo un mes al año pues me lanzo en plancha, ala, a lo loco y como si no hubiera mañana. Abro el paquete y clac, lo parto con las manos y ese corte suele generar dos trozos de distinta medida de los cuales consumo, por precaución, el más pequeño, dejando el otro para el día siguiente y terminando por comérmelo en cuanto me trago el último bocado del anterior. Y así, en pedacitos que yo corto, me parece que a mi colesterol le va a hacer menos daño. Pero si resulta que saco la tableta y me aparecen unas porciones de ridículo tamaño, ya de partida me considero una terrorista vascular. Y miro con contrición la golosina, y separo uno de los fragmentos, llevándomelo a la boca con la misma tristeza con que una pija sin dinero se pasea por un centro comercial. Y ya no me sabe igual de bueno que en años precedentes, cuando, zasca, lo separaba de un enérgico giro de muñeca y contemplaba, libidinosa y feliz, el irregular fragmento tricolor con el que me disponía a deleitar a mis sentidos.

Mierda de paternalismo comercial.

#SafeCreative Mina Cb

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