ESA GENTE QUE JURA POR SUS HIJOS
Jurar es una mala cosa. Eso para empezar. Más que nada porque lo de la verdad es subjetivo y porque un juramento compromete en el futuro o el pasado. Y por tanto nos puede dejar en bragas si no cumplimos. Y porque entre la gente de ley debe bastar con la palabra, con el compromiso, con la confianza. Y todo dentro de los volubles márgenes de la existencia humana, que hace que lo que ayer era posible hoy sea inviable o viceversa.
Y es por eso que hay que andar con pies de plomo con lo del “te juro”. Porque nada es eterno y porque a lo mejor las cosas no son tan solo como tú las ves. Y lo mismo un día tienes que tragarte tus palabras, juramento incluido, tras haberle fallado a la persona con la que te comprometiste.
Claro que si jurar está feo, por el tema de los imprevistos, lo de jurar por los hijos tendría que ser recogido por el código legal como delito. Aún recuerdo una vez, ajustándole las cuentas a un agente de seguros que me había metido en un follón de los gordos, que el tío me saltó: “Que se muera mi hijo si te miento”, a lo cual yo no pude más que replicarle: “Si tan claro lo tienes, ¿por qué no lo juras por tu propia vida?”.
El caso es que tanto padre como hijo siguen en el mundo, cosa de la cual me alegro. Pero la verdad es que desde ese día desconfío de las personas con los zapatos relucientes, como los llevaba el tipo aquél.
Y todavía más de las que tienen la desvergüenza de andar por ahí eludiendo sus responsabilidades para cargarlas sobre las espaldas de sus hijos.
#SafeCreative Mina Cb
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