LAS (MALAS) IDEAS
La señora aquélla vino ayer de un particular impertinente. Tal vez fuera eso o tal vez es que yo no atravieso mi mejor momento, pero lo cierto es que la tipa estaba ganándose a pulso la primera posición de la lista de clientes a los que les cantaría las cuarenta bien a gusto si no fuera porque el uniforme y la hipoteca me lo impiden. Y no sé exactamente cómo sucedió, el caso es que de repente me pasó como a Felipe, el de Mafalda, que se me desbocó el magín y me vi a mí misma metamorfoseada en una versión femenina del Indiana Jones de las primeras pelis, sombrero y chaleco en piel de cocodrilo, Winchester en ristre, pum pum, brazo en alto disparando al aire con la zurda mientras que con la diestra enlazaba con el látigo el cuello de la doña, atrayéndola hacia mí y viendo cómo su rostro iba poniéndose morado, y de paso y ya puestos, montando en el caballo y aprovechando el rifle y el periodo que mediaría entre mi despido por homicidio con ensañamiento y el juicio correspondiente para resolver otro asuntillo pendiente que tengo por ahí, y que aún me quedase tiempo para, antes de ingresar en el talego, darme una vueltecita por los platós de los programas esos de televisión a los que nadie hace caso porque están todos viendo los documentales de la dos, vender mi caso y así despertar el interés de algún cazatalentos que, durante mi estancia en el trullo, editase de una puñetera vez mis cuentos de forma que a la salida de la cárcel tuviera el porvenir solucionado.
“¿Estás tonta o qué te pasa?”- aulló la bruja.
“Lástima”- pensé quitándome el sombrero al ver que mi jefe entraba por la puerta.
#SafeCreative Mina Cb
La señora aquélla vino ayer de un particular impertinente. Tal vez fuera eso o tal vez es que yo no atravieso mi mejor momento, pero lo cierto es que la tipa estaba ganándose a pulso la primera posición de la lista de clientes a los que les cantaría las cuarenta bien a gusto si no fuera porque el uniforme y la hipoteca me lo impiden. Y no sé exactamente cómo sucedió, el caso es que de repente me pasó como a Felipe, el de Mafalda, que se me desbocó el magín y me vi a mí misma metamorfoseada en una versión femenina del Indiana Jones de las primeras pelis, sombrero y chaleco en piel de cocodrilo, Winchester en ristre, pum pum, brazo en alto disparando al aire con la zurda mientras que con la diestra enlazaba con el látigo el cuello de la doña, atrayéndola hacia mí y viendo cómo su rostro iba poniéndose morado, y de paso y ya puestos, montando en el caballo y aprovechando el rifle y el periodo que mediaría entre mi despido por homicidio con ensañamiento y el juicio correspondiente para resolver otro asuntillo pendiente que tengo por ahí, y que aún me quedase tiempo para, antes de ingresar en el talego, darme una vueltecita por los platós de los programas esos de televisión a los que nadie hace caso porque están todos viendo los documentales de la dos, vender mi caso y así despertar el interés de algún cazatalentos que, durante mi estancia en el trullo, editase de una puñetera vez mis cuentos de forma que a la salida de la cárcel tuviera el porvenir solucionado.
“¿Estás tonta o qué te pasa?”- aulló la bruja.
“Lástima”- pensé quitándome el sombrero al ver que mi jefe entraba por la puerta.
#SafeCreative Mina Cb
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