sábado, 23 de agosto de 2014



OTRAS VIDAS

Ha llegado como un cliente más, la barra de pan en la mano. Le he calculado unos cuarenta, algo entrada en kilos, aire desaliñado y una expresión un tanto ausente, como de andar a la espera de aquello que se sabe de antemano que nunca llegará. Me ha mirado a los ojos, inquisitiva y penetrante, una de esas miradas que te desnudan el alma y te dejan indefensa. Ha colocado en mi mano las monedas sin dejar de atravesarme con su mirar castaño y apagado y me ha dicho, casi en un murmullo: “Se va haciendo difícil el vivir...”
Le ha sonado el teléfono. Ha respondido con desgana: “Ahora voy… Sí, ya lo sé… ¿Y qué quieres que haga? ¿Suicidarme?”

Le he dado el cambio sonriendo y me he sentido enormemente responsable al imaginar cuánto tiempo hacía que nadie le ofrecía una sonrisa. Otros clientes esperaban su turno en la fila. Le he dicho: “Ánimo”. Y la he visto salir por la puerta sin poder hacer nada, incapaz de correr tras ella y preguntarle qué es lo que la atormenta de tal modo, y por qué se le va haciendo tan difícil el vivir, y quién es esa persona a la que ha dicho que si quería que se suicidara. Y me he sentido inútil e inhumana por dejarla marchar así, sin haber tenido siquiera el tiempo de dedicarle un par de frases de consuelo. Sólo aquel escueto “Ánimo”, tan impersonal y tan pillado por los pelos con que la he despedido de mi vida, seguramente para siempre.

#SafeCreative Mina Cb

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