EL TIEMPO DORMIDO
Se quedó el tiempo dormido una madrugada, un tanto achispado, a la luz del farol. Era entonces este un barrio populoso plagado de comercios, un trasiego continuo de señoras con capazos cargados de verduras y carros de mano empujados por abaceros que nunca tenían prisa, y que no dudaban en detenerse unos minutos ante la puerta de un colmado para charlar con los vecinos.
Hubo act...ividad tras las ventanas y niños alborotando por las escaleras. Y miradas curiosas espiando a las parejas tras el cristal. Y cortinas rematadas con volantes y recogidas a los lados con cintas de raso. Y alfombras suspendidas del alféizar a la espera del fin del zafarrancho. Y macetas floridas. Y puede que hasta un transformador clavado al muro con dos escuadras, que convertía los 220 voltios en 125. Y escaleras de madera apoyadas en la pared cuando la fachada se desgajaba y había que aplicar pegotes de cemento para después pintarla. Y aprovechar ya de paso y cambiar los cables pelados por el sol y el frío, y barnizar los marcos exteriores de las ventanas. Y, por qué no, sacarle al operario la bota para que echase un trago de morapio fresco, porque en esos tiempos aún no se había inventado lo de si bebes no te subas a una escalera de cinco metros. Porque entonces los albañiles, los pintores de brocha gorda, los electricistas y los fontaneros almorzaban un bocadillo preparado por la parienta y un buen latigazo de tintorro. Y no se ponían arneses ni casco. Ni miraban al reloj continuamente. Ni trabajaban a destajo. Ni tenían prisa por terminar porque el plazo de entrega amenazaba con rascarles el bolsillo si no lo respetaban…
Se durmió el tiempo y se despertó décadas más tarde. Y la pintura estaba desconchada. Y los muros roídos por el cierzo y por la lluvia. Y ya no había cortinas tras los cristales, ni miradas vigilantes, ni niños alborotando en la escalera. Y unos extraños garabatos cubrían la fachada. Y ya no se veían repartidores con remolques de dos ruedas, ni abaceros charlando en los portales, ni señoras con capazos cargados de verduras. Sólo el farol seguía allí, intemporal, erguido y solitario, metálico resquicio de un ayer en el que la vida transcurría más despacio.
#SafeCreative Mina Cb
Foto de Joaquim Torrents Delgado
Se quedó el tiempo dormido una madrugada, un tanto achispado, a la luz del farol. Era entonces este un barrio populoso plagado de comercios, un trasiego continuo de señoras con capazos cargados de verduras y carros de mano empujados por abaceros que nunca tenían prisa, y que no dudaban en detenerse unos minutos ante la puerta de un colmado para charlar con los vecinos.
Hubo act...ividad tras las ventanas y niños alborotando por las escaleras. Y miradas curiosas espiando a las parejas tras el cristal. Y cortinas rematadas con volantes y recogidas a los lados con cintas de raso. Y alfombras suspendidas del alféizar a la espera del fin del zafarrancho. Y macetas floridas. Y puede que hasta un transformador clavado al muro con dos escuadras, que convertía los 220 voltios en 125. Y escaleras de madera apoyadas en la pared cuando la fachada se desgajaba y había que aplicar pegotes de cemento para después pintarla. Y aprovechar ya de paso y cambiar los cables pelados por el sol y el frío, y barnizar los marcos exteriores de las ventanas. Y, por qué no, sacarle al operario la bota para que echase un trago de morapio fresco, porque en esos tiempos aún no se había inventado lo de si bebes no te subas a una escalera de cinco metros. Porque entonces los albañiles, los pintores de brocha gorda, los electricistas y los fontaneros almorzaban un bocadillo preparado por la parienta y un buen latigazo de tintorro. Y no se ponían arneses ni casco. Ni miraban al reloj continuamente. Ni trabajaban a destajo. Ni tenían prisa por terminar porque el plazo de entrega amenazaba con rascarles el bolsillo si no lo respetaban…
Se durmió el tiempo y se despertó décadas más tarde. Y la pintura estaba desconchada. Y los muros roídos por el cierzo y por la lluvia. Y ya no había cortinas tras los cristales, ni miradas vigilantes, ni niños alborotando en la escalera. Y unos extraños garabatos cubrían la fachada. Y ya no se veían repartidores con remolques de dos ruedas, ni abaceros charlando en los portales, ni señoras con capazos cargados de verduras. Sólo el farol seguía allí, intemporal, erguido y solitario, metálico resquicio de un ayer en el que la vida transcurría más despacio.
#SafeCreative Mina Cb
Foto de Joaquim Torrents Delgado
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