TARDE DE SÁBADO
(que quede como el otro)
Un signo inequívoco de que te vas haciendo viejo es la pereza que te da cambiar de móvil. Que tú ya sabes que al tuyo le va a llegar la hora pero lo vas apurando y apurando… Y tienes ese que te regaló la compañía cuando hiciste el contrato que, seguro que es mejor que el tuyo, pero sólo el hecho de pensar en enfrentarte al reto de configurarlo ya te pone de los nervios.
Hasta que pasa. O sea que el viejo casca de repente y dices, glups. Y te vas a la caja del armario, o a la tienda de teléfonos y quieres uno como el que tenías. Pero ya no lo hay y te colocan otro más grande, más chupi y con más memoria. Que te vendrá bien porque la tuya, la del cerebro que tienes dentro del cogote, anda ya un pelín deteriorada. Y al llegar a casa lo sacas de la caja como si fuera un Rolex, que te da miedo tocarlo, y te dispones a ello. Con tiempo, eso sí, que a nuestra edad ya casi nada va deprisa. Y llega la letanía de los mensajes y las contraseñas. Y aunque ahora la aplicación esa de serie que te transfiere los datos de uno a otro (siempre que tengas la suerte de que el veterano aún chute, aunque sea regular) facilita mucho el tema da por seguro que algo has de perder. O las fotos, o los audios o las conversaciones del watsap. Que fue lo que me pasó a mí. Y claro, por si no fuera bastante con tener que adaptarse a convivir con un nuevo compañero tecnológico, tienes que sobrellevar como buenamente puedes ese sentimiento de orfandad que te deja la pérdida de los diálogos. Y es que eso de abrir la pantallita verde y ver solo los grupos es muy descorazonador. Ya que el despiste te ha sustraído unos cuantos años de tu vida. Porque hay conversaciones que hubieras querido conservar y, sin embargo, se han diluido en el proceloso mar de la modernidad tecnológica. Y ya no hay vuelta atrás, que eso es como morirse un poco. Y después cambiar los fondos de pantalla, y hacerse con el escritorio y con los widgets, y silenciar burbujas y notificaciones, y poner el tono de llamada que te gusta, y deslizar iconos para que se parezca lo más posible a lo que tenías hasta ahora. Y cagarte de miedo cuando borras varios accesos directos y nada funciona y dices yamelohecargáo. Y suspirar con alivio al ver que no era él, sino tú. Y mirar por el balcón y ver que ya es de noche. Y darte cuenta de pronto de que has echado una tarde de sábado a lo tonto, cuando de haber llamado a tu sobrino te lo hubiera hecho todo en diez minutos.
Y aún encima de aquí a un rato van a cambiar la hora.
Cagüentó.
#SafeCreative Mina
Cuentos, poemas, historias... Soy Inma y os propongo que hagamos un club de cuentistas. Con imaginación. Con ilusión. Con esperanza. Un club donde pasar el tiempo, donde evadirse... Donde jugar a ser otro.
lunes, 27 de octubre de 2025
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