domingo, 19 de octubre de 2025


 

LA RECONVERSIÓN DE BENIDORM

La otra mañana, echando el café del club de piragüismo, me enteré de que hay hoteles en Benidorm que ya cuentan con cochecitos individuales para el uso de clientes con problemas de movilidad, y que ahora, en ciertos momentos del año, si te das una vuelta por el Paseo Marítimo se ven más motos para yayos que bicis de paseo.

Y claro, empezamos a darle vueltas al asunto. Porque los del baby boom somos legión y, además, por haber tenido la suerte de ser el jamón del sándwich entre la posguerra y los ninis, hemos tenido una larga vida laboral y vamos a llegar a la jubilación con pasta. Y dale que hay que pensar en los hijos y en los nietos, pero oye, que también hay que disfrutar lo merecido.

El caso es que a mí me da que lo de las yayomotos se va a ir teniendo que sofisticar un poco. Que no en vano hay por ahí mucho ángel del infierno que no se va a conformar con un vehículo tan soso cuando las piernas no le aguanten. Y es por ello que empezamos a darle al coco y se nos ocurrió que lo mejor sería que los fabricantes de ingenios ortopédicos se fueran actualizando un poco, que ya vale del tacataca de los cuatro hierros y la motoreta que no pasa de diez por hora. De modo que, qué se yo, a los andadores de toda la vida les podían incorporar una sombrilla como la de los cochecitos de los bebés, y una bocina para cuando no los oyes, y ya puestos unas luces de posición para salir de noche y un disparador láser de los que hacen pupa por si te aborda un ratero con malas intenciones. Que a los abuelos los chorizos les suelen tener poco respeto. Y si ya incorporasen una cavidad refrigerada con batería propia para llevar refrescos o pasteles de nata sería lo ideal. Y, ya puestos, aprovechar la batería para ponerles un motorcillo que permitiera al usuario acomodarse en el asiento y rodar alegremente cuando tuviera prisa. Claro que habría que poner también volante. Y freno. Pero todo muy de los pin y pon, porque para los más atrevidos estarían las yayomotos, que no serían de esos colorines tan brillantes sino negro Harley, rojo Yamaha o verde Kawasaki. Y llevarían un manillar en condiciones, con sus tiras de cuero que danzarían al viento gracias a la corriente generada por el ventilador colocado en la parte delantera. Porque si no pueden ponerse a 180 por el Paseo Marítimo (los geriatras y los maderos son unos aburridos), al menos que al piloto le diera esa sensación. Y que los vehículos fueran dotados también de una palanquita para que, al accionarla, se escuchara un ruido atronador y saliera humo por el tubo de escape. Aunque fuera rosa en plan unicornio puteril, pero humo. Y ruido. Mucho ruido además, que los yayos suelen estar un poco tenientes. Y que fueran biplaza para poder llevar al churri o a la churri. Y ya puestos, que dispusieran de una cavidad refrigerada para las birras, aunque fueran sin alcohol.

Porque esos chismes, de 100 fijo que no iban a bajar.

#SafeCreative Mina Cb

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