HISTORIAS DE AMOR

Le decía el otro día a una amiga que vivimos rodeadas de historias de amor.

“Si tú supieras…” me respondía.

Y yo le dije que no hablaba de eso. Quiero decir de las miserias de esas parejas felices que cuelgan fotos de sus vacaciones abrazados en la playa y luego tienen dobles relaciones o a los vecinos aborrecidos por las broncas domésticas. Y le aclaré que la mayoría de las historias de amor, de puro cotidianas, nos pasan desapercibidas. Como la suya con ese amigo del alma que le tira los tejos sin éxito pero al que no dejaría solo ante la adversidad. O la de una conocida común que acabó, sin hijos propios, haciéndose cargo de tres jovenzanos en edad de estudiar fuera. O la de ese colega mío del corazón de oro que se llevó a su casa a una familia de inmigrantes para que los chiquillos no se quedaran en la calle. O la de esa clienta del curro que perdió hace poco a un hermano al que entregó la vida. O la del arista jubilado que da clases de pintura a vagabundos. O la de la madre de mi amigo Iñaki, que lleva más de cuarenta años de propina en el mundo gracias a un donante que cedió sus órganos sin siquiera saber a qué destinatarios irían a parar. O la del habitante del pueblo moncaíno que regaló uno de sus huertos a una vecina que andaba buscando una parcelita que comprar. O la del malagueño aquel que conocí en el camino de Santiago, que me invitó a una cerveza cuando me vio llegar, derrotada y dispuesta a abandonar, al albergue de Burgos “porque me pareces una buena persona y no me gusta verte así” sin hacer un solo intento por hacerme cambiar de parecer.

Historias de amor reales, de las que nadie habla y que no aparecerán en una trilogía porque parece que no interesan, pero que convierten el mundo, día a día, en un lugar en el que todavía merece la pena seguir manteniendo la esperanza.

#SafeCreative Mina Cb