domingo, 2 de marzo de 2025


 

LA EDAD DE LA INOCENCIA

Hubo un tiempo en que la sociedad no era tan desconfiada ni tan protectora. Quiero decir que no éramos todos como de porcelana de Sèvres y no se sobreprotegía a la infancia de la forma que se hace ahora. O sea, los columpios se montaban sobre parques de gravilla, la vuelta al cole era a jornada completa y sin anestesia y a los peques en Navidad nos daban sidra del Gaitero. Es más, cuando mi madre me mandaba a pasar el finde a Corella con mis primos, incluía en mi equipaje una garrafa vacía para el moscatel, y el sábado los tres moocosos nos acercábamos a las bodegas de Camilo Castilla para llenar el recipiente. Y confieso sin ningún rubor que a mí los domingos me daban un traguito y me gustaba. Lo cual no significa que después fuera bebiéndome a escondidas el Napoleón que mi madre se compró para que le subiera la tensión. Que entonces lo recomendaba el médico en vez de darte uno de esos tratamientos crónicos que te arreglan una cosa y te fastidian otra.

Pero a lo que iba: que a la gente menuda la mandaban a la tienda del barrio sin censuras. Y los mismo después del pan, la leche, los huevos y la botella de vino del colmado te tocaba llegarte hasta el estanco a comprarle tabaco al abuelito. Y no te ibas prendiendo los Ideales camino de casa. Porque cuando te echabas el primer cigarro era en la puerta de la disco. Porque dentro te podía ver tu hermano. O en la Peñica, que parecía que ibas a otra cosa. Y pobre de ti si a la vuelta te encontrabas con un adulto conocido porque tu ubicación viajaba hasta tu casa a la velocidad del gps. Y al llegar te caía la del pulpo. Porque a ver, tus viejos te mandaban al cole sin adaptación y te dejaban jugar en un parque de gravilla, pero te querían y se preocupaban por ti como el que más.

Aunque te dieran sidra del Gaitero en Navidades.

‪#‎SafeCreative‬ Mina Cb

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