sábado, 18 de junio de 2022


 

DIEZ

Dicen que todos llevamos un niño dentro. Una niña en el caso de las chicas.

Hoy quería hablaros de la mía:

Mi niña dormitó, agazapada en mis entrañas, durante más de cuatro décadas. Ya sé que es una gestación muy larga, pero pasa que no fui al médico y por eso a nadie se le ocurrió la idea de adelantarme el parto. Y quizá también por eso tenía por dentro ese extraño malestar de quien no acaba de vencer a sus demonios.

El 18 de junio de 2012 sucedió. Fue después de comer y había roto aguas unos años antes (en un embarazo de tan larga duración el romper aguas con meses de antelación no resulta sorprendente) a través de un blog medio autobiográfico que quedó en cuarta posición en el concurso de 20 minutos y cuyo personaje, una especie de descebrado alter ego de la anglosajona Bridget Jones, me tenía ya bastante harta, de modo que saqué la fregona, recogí los rastros de la rubia y, sobre el fondo de una página de Facebook que había abierto tiempo antes y a la que no hacía ni caso, y bajo la atenta mirada de mi gato, improvisé un diseño un tanto cutre con un par de imágenes que tenía a mano y tecleé la siguiente frase:

“Los cuentos de Minina”

Inserté acto seguido la fotografía de mi querido Corsa sobre un cuento que había presentado meses antes al concurso de microrrelatos. Tras esa primera publicación se escondía, temerosa, la débil promesa de colgar un texto diferente cada día, lo cual era un reto, no sólo para mis hasta entonces baldías aspiraciones de escritora, sino también para mi escasa disciplina intelectual. Pero al contrario de lo que temía, el empezar a materializar las ideas que guardaba mi cabeza no solamente no llevó al agotamiento de las mismas, sino que hizo que mi atención se disparara y desde aquel mismo momento el mundo que me rodea se llenase de historias que contar, tanto que a lo largo de estos diez años Minina se ha ido haciendo tan grande en mi interior que a veces no soy capaz de saber dónde acaba ella y dónde empiezo yo. O viceversa. Es tal el mimetismo que incluso hay personas que ya no me llaman por mi nombre y otras que, como mi querido amigo Íñigo, diferencian, según actúo, si lo hago en nombre de la una o de la otra.

Nunca quise ser madre. Jamás me vi capaz de afrontar la enorme responsabilidad que supone hacerse cargo para siempre de la vida de otro ser: criarlo, atenderlo y entusiasmarse descubriendo lo que la vida va haciendo de él. Y es por ello que quizá, cuando alumbré a Minina, no podía imaginar que la criatura iba a llegar con un pan tan grande bajo el brazo. Me ha traído tres libros y un cuarto en camino, amén de recitales, eventos, talleres escolares y hasta la posibilidad de compartir espacio escénico con personajes a los que de otro modo nunca hubiese podido llegar a conocer. Eso y todas las personas bonitas que han venido hasta mí a través de ella, amistades de las de verdad, de esas a las que puedes recurrir cuando ni siquiera el consuelo de las palabras es suficiente y lo que necesitas es un abrazo cálido y apretado en el que desaparecer.

En fin; que diez años más tarde, Minina va camino de la edad adulta y sin saber muy bien lo que le espera; si continuará creciendo mucho tiempo o si bien un día se acabará diluyendo en el ciberespacio y tan sólo quedará viva en la memoria de quienes deseen recordarla. Mientras tanto, y una vez más (nunca me cansaré de hacerlo) quiero daros las gracias en mi nombre y el suyo, ya que sin vosotros al otro lado de esta ventanita, Minina jamás hubiera sido capaz de conseguir todo esto.

#SafeCreative Mina Cb 

No hay comentarios:

Publicar un comentario