martes, 7 de junio de 2022


 

“CON GANAS DE TRABAJAR”

Esta mañana casi escupo el desayuno. Ha sido oyendo las noticias, como siempre, y a causa de una reacción que estaba a caballo entre la hilaridad y la rabia. Y es que los hosteleros buscan gente “con ganas de trabajar”, porque parece que no la hay. Y no me refiero a la gente, sino a la gente con ganas de trabajar. En hostelería al menos. Y que ya de paso, distingan un cortado de un gintónic.

Lo de la reacción ha sido un poco por un trauma, que yo soy muy traumática en asuntos de memoria. Quiero decir que lo de las dos veces en la misma piedra sólo me pasa en materia de pantalones, pero en lo demás escarmiento bien con el primer pedrusco.
Y es que servidora, como casi todo el mundo que no ha nacido en una casa de ricos, trabajó en hostelería. Dos veces además: la segunda muy a gusto porque era el garito de una amiga, fue en fiestas, acababan de abrir, no teníamos ninguno ni puñetera idea, nos bebimos más de lo que servimos, me lo pasé bomba y además me pagaron una pasta. Lo hice por eso, porque eran colegas y porque me hacía una ilusión enorme echarles una mano. Porque sabía que eran buena gente y no me iba a pasar como con “los otros”.

Los otros era un hotelito de cierto postín. Un negocio familiar de esos con encontronazos entre el clan en cuyos detalles no entraré por considerarlo de mal gusto. Sólo diré que por el suelo de aquella cocina vi corretear cucarachas de tales dimensiones que mi amigo Dani, que a veces pinta coleópteros con Tipex, hubiera gastado un frasco entero con alguna de ellas. Me recomendó una amiga de mi madre y empecé de prueba un mes, sin contrato y con un horario que molaba pero luego ya no tanto. O sea que entre semana era regulero y el fin de semana un sinvivir, porque llegué en tiempo de comuniones y de bodas. Y de franceses que venían, ya entonces, a Bardenas, y dejaban las habitaciones hechas un escombro. Pero oye, se trata de pasar la escoba más o menos a fondo, y eso no se te lleva un lustro.
Lo que sí se te llevaba tiempo extra, y mucho, era el tema de los banquetes. Porque a los novios les parece muy divertido andar haciéndose fotos y presentarse a las cuatro en el comedor, pero a los currelas de la cocina esta costumbre tan españolísima les hace empalmar la comida con la cena. Pero no es ese el problema, porque lo de la hostelería es lo que es y si te metes pues te metes. El problema es cuando te dicen a cómo te van a pagar la hora extra, que en la entrevista no te lo dijeron porque se supone que no las iba as a hacer. Pero luego sí que las haces. Y muchas. Y te salen a céntimo, porque entre la nómina y las horas cobras una mierda en relación con el tiempo que pasas en el tajo. Y eso si tienes suerte y no te sucede como a mí, que un día, mientras estás fregando una cazuela, uno de los jefes, que no te traga porque te ha contratado el socio, te dice eso de “Es usted una inútil” (el insultar de usted parece que convierte al insulto en insultillo) y esa misma noche te presentas a tu hora, sabiendo que eres la única del turno y que lo vas a joder vivo, y le dices que no ha nacido todavía el individuo o individua que te insulte. Y te largas y aún tienes suerte, que del mes trabajado (sin contrato) sólo te descuentan un cuarenta por ciento. Y de las horas ni un duro, por supuesto.

Lo dicho. Que para el común de los mortales, ganas de trabajar es hacer bien tu trabajo, irte a casa al final de la jornada pactada, si metes horas que te las paguen o te las compensen en tiempo y que la relación rendimento-sueldo sea la correcta.

Lo demás, amiguitos y amiguitas feisbunautas, se llama explotación. Y a quien lo lleva a cabo se le llama, como poco, sinvergüenza.

#SafeCreative Mina Cb

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