domingo, 18 de abril de 2021


 

SURREALISMO PURO

El turno del sábado a la tarde en un súper de barrio es aburrido de solemnidad. Sobre todo a primera hora, que la gente está de sobremesa y les da palo moverse. Y más si hay cierzo, como hoy. Y fútbol. Aunque el fútbol anima, que se venden snacks, pizzas y cerveza. Pero a última hora todo. A partir de las siete. Las personas somos así: toda la tarde haraganeando y bajamos a la tienda casi a la hora de cerrar. De modo que el resto de la tarde la cajera, o sea yo, se la pega haciendo cosas de esas que no se pueden hacer entre semana: limpiar, ordenar, colocar precios… todo lo que permita el goteo de clientes, que vienen normalmente a por una sola cosa. O dos. Casi todo de morro. Y alcohol. Mucho alcohol. Porque la peña bebe de flipar. Una no se da cuenta hasta que llega allí. Los que esperan la apertura para comprar el brick de tinto. Los que se llevan la botella de vino para echar al pollo y hacen un pollo diario. Los del paquete de ocho latas de medio litro dos veces al día… Alcohol a cascoporro, señoras y señores. A cascoporro y de manera cotidiana. Aunque el sábado más. Los habituales y los otros: los convivientes que les digo yo. Los que llegan a partir de las siete con un carro cargado de licores, snacks y birras para echar una velada familiar. Una cosa normal tipo ron, ginebra, cola, limonada y luego entre quince y veinte latas de cerveza. Lo que viene siendo el consumo de cualquier familia media un sábado a la noche. Que me imagino que son los mismos que luego piden ocho bocadillos por teléfono a cualquiera de esos bares que sirven a domicilio. También para el consumo familiar. Que ya sabemos que ahora las familias tienen muchos miembros. Por eso la mayoría te piden el ticket: para sacarlo después de cenar y pedir que escoten a los hijos. O a los padres. Pero vamos, que yo haría lo mismo con veinte años o treinta. Y además que así pasa la tarde más deprisa, que es de lo que se trata. Y te echas unas risas, que la juventud es alegre y no está en modo apocalíptico. Además entienden lo de las distancias y no se mosquean si les llamas la atención cuando se acercan demasiado a otros clientes. Y oye, que yo también tuve su edad.

De modo que así pasa la tarde y dan las nueve. Que yo me entero porque en la pantalla de la caja hay un reloj, porque lo que es la poli no se acerca por allí, que a esas horas están cerrando bares. Pero vamos, que ya me gustaría a mí que vinieran de vez en cuando y lidiaran con los petardos que se empeñan en entrar fuera de hora a por cerveza. Se pegan media hora ante la puerta y quieren entrar cuando estás echando al persiana y no. Que para mí también es sábado. Aunque no sé para qué, la verdad, porque ni una caña me puedo echar en el bar de detrás de casa. Por el Covid. Que se ve que se transmite en los bares más que nada. O sea que los convivientes del carro lleno de alcohol no lo pueden pillar ni aunque se beban todo lo que se han llevado en la casa que comparten y sin mascarilla. No. Lo pillo yo en el bar si voy a echarme una cerveza cuando salgo del curro. Y por eso me lo cierran. De modo que tiro para casa derecha. Y con la puta mascarilla, que esa es otra. Ni un alma por la calle y yo con mascarilla, tiene webs, me digo. Y en esto reparo en el restaurante que abrieron hace poco, que otra vez les han hecho chapar mientras que Messi y los suyos, pasadas las once de la noche, ríen y se abrazan a cara descubierta.

Surrealismo puro.

#SafeCreative Mina Cb

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