LORD VADER
Fue el villano entre los villanos. El primero. El más siniestro y despiadado de todos los rufianes que poblaron mi infancia. Más que Drácula o que Frankenstein, que tenían su punto romántico. Más que el Barón Ashler. Más que los Hermanos Malsombra. Más incluso que el pérfido y encarnado Capitán Garfio.
Lo recuerdo, como si fuera ahora, emergiendo, altivo y reluciente, desde el fondo de la pantalla con su imponente casco y ese esbozo de voz que no era sino un terrorífico jadeo. Lo recuerdo transitando por los pasillos de la Estrella de la Muerte, irrumpiendo en la sala de mandos envuelto en un halo de pánico, asesinando sin tocarlos a sus subalternos. Recuerdo su ondeante capa y sus combates a muerte con el sable láser y recuerdo, sobre todo, ese desgarrador “Luke, soy tu padre”, que Constantino Romero convirtió en una de las frases míticas del cine.
Hace ya tiempo que su doblador partió a otros lares y ayer David Prowse, el cuerpo que gobernaba la silueta del malvado, accionó el contacto de su caza y se marchó, me imagino, rumbo a una galaxia muy lejana donde le esperan Yoda, Chewbacca y la intrépida y sagaz princesa Leia. Allí se ha de quedar, atento a la llamada de su ejército de seguidores, que han de seguir invocándolo devotamente cada vez que las letras amarillas comiencen a deslizarse sobre la pantalla al ritmo de la inmortal banda sonora de John Williams.
Descansa en paz, Lord Vader. Tus hijos no te olvidan.
#SafeCreative Mina Cb
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