CORAZÓN DE PLOMO
Hoy he amanecido con le corazón de plomo. Igual que antes, cuando tenía que levantarme en mitad de la noche para escribir porque si no corría el riesgo de colgarme de la lámpara. Supongo que es el cielo gris, o el entorno. O simplemente la necesidad de que alguien me abrace fuerte y deshacerme en lágrimas.
Ayer por la tarde un amigo músico me regaló una canción y me dijo que no podía más. Que estaba peor que en primavera. Y yo le regalé un poema y le expliqué mi teoría de que en primavera nos creímos héroes porque pensamos que con el encierro podríamos cambiar el mundo y blablablá. Pero el caso es que ha llegado noviembre y el mundo no ha cambiado. Al menos no a mejor. Y que esto se hace largo y no se ve el final. Y eso que yo le dije que lo que tiene que hacer es pensar en el fiestón que se va a montar después, cuando todos los que creamos podamos sacar a la luz nuestro trabajo y el contacto humano no esté mal visto y puedas coger el coche o el tren y largarte adonde te dé la gana. O quedar con un desconocido sin miedo a que te pegue a saber qué. En fin... eso argumentos que se esgrimen cuando tú mismo ya estás rozando el límite porque encerrarte cada día a las siete de la tarde en casa para ver la tele te empieza a desbordar. Y cuando ya no le quieres dar la chapa a nadie porque aparte del Covid cada uno carga con lo suyo. Y tú tienes trabajo. Y a estas benditas letras que te salvan el alma del naufragio. Y amigos, aunque ahora recibirlos se esté convirtiendo casi en un delito. Y por eso te sientes hasta culpable por estar mal algunos días, como este. Pero es que hay veces que la humedad del cielo te penetra y el gris se te mete por los ojos y lo empaña todo. Y es como si el barro te anegara por dentro y te pesara hasta impedirte caminar. Y toda tú fueras un pesado títere que va desapareciendo poco a poco, engullido por el fango...
En fin... que hay días que amanezco con el corazón de plomo.
#SafeCreative Mina Cb
Hoy he amanecido con le corazón de plomo. Igual que antes, cuando tenía que levantarme en mitad de la noche para escribir porque si no corría el riesgo de colgarme de la lámpara. Supongo que es el cielo gris, o el entorno. O simplemente la necesidad de que alguien me abrace fuerte y deshacerme en lágrimas.
Ayer por la tarde un amigo músico me regaló una canción y me dijo que no podía más. Que estaba peor que en primavera. Y yo le regalé un poema y le expliqué mi teoría de que en primavera nos creímos héroes porque pensamos que con el encierro podríamos cambiar el mundo y blablablá. Pero el caso es que ha llegado noviembre y el mundo no ha cambiado. Al menos no a mejor. Y que esto se hace largo y no se ve el final. Y eso que yo le dije que lo que tiene que hacer es pensar en el fiestón que se va a montar después, cuando todos los que creamos podamos sacar a la luz nuestro trabajo y el contacto humano no esté mal visto y puedas coger el coche o el tren y largarte adonde te dé la gana. O quedar con un desconocido sin miedo a que te pegue a saber qué. En fin... eso argumentos que se esgrimen cuando tú mismo ya estás rozando el límite porque encerrarte cada día a las siete de la tarde en casa para ver la tele te empieza a desbordar. Y cuando ya no le quieres dar la chapa a nadie porque aparte del Covid cada uno carga con lo suyo. Y tú tienes trabajo. Y a estas benditas letras que te salvan el alma del naufragio. Y amigos, aunque ahora recibirlos se esté convirtiendo casi en un delito. Y por eso te sientes hasta culpable por estar mal algunos días, como este. Pero es que hay veces que la humedad del cielo te penetra y el gris se te mete por los ojos y lo empaña todo. Y es como si el barro te anegara por dentro y te pesara hasta impedirte caminar. Y toda tú fueras un pesado títere que va desapareciendo poco a poco, engullido por el fango...
En fin... que hay días que amanezco con el corazón de plomo.
#SafeCreative Mina Cb
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