sábado, 26 de septiembre de 2015



LA ESPÍA QUE ME AMÓ

Mi amiga Pilarín ha dejado el espionaje. Claro que tampoco es que fuera una profesional. En realidad sólo lo ha hecho una vez. Lo de ser espía digo. Y en plan aficionado. A un ex novio que la había dejado. Y que, para colmo, ni siquiera se había ido con otra el pobre. Pero ella no le creía. Y se empeñó en ver fantasmas donde no los hay. Y no contenta con pasar el día y la noche pendiente de si él estaba o no en línea en el watsap al mismo tiempo que la amiga común con la que, se supone, anda liado, empezó a involucrar a terceros en la trama. Esto es, intentaba que la peña le facilitase información acerca de los movimientos de ambos. Sin ningún resultado que la satisficiera puesto que ambos no se movían en conjunto. Y ella quería que hubiese tema. Para montar un pollo que es lo que le gusta. Que a lo mejor fue por eso por lo que la dejó el muchacho y a ella no le ha dado por pensarlo.
En fin… que al poco tiempo llegó a la conclusión de que todo el mundo la engañaba y allá que se fue, a cerciorarse por ella misma de esa infidelidad que, de haber existido, no hubiese sido tal puesto que mi amiga y el chaval ya no eran lo que se dice nada. Así que se plantó en la calle donde él vive, elegante a la par que discreta con un minivestido fucsia y unos zapatos de tacón de aguja de color morado y allí que estuvo a pleno sol, controlando puertas y ventanas a la espera de verlos entrar, salir o bajar por la escalera de incendios, muy profesional al principio en plan “yo de aquí no me muevo hasta que den señales de vida” y ya un poco aburrida a medida que pasaba el tiempo. Y es que eso de espiar, me confesó mas tarde, es un rollo macabeo. Que una no puede despistarse ni un momento. Que por no poder no puedes ni mirar escaparates. O llevarte un libro. Porque, a ver, se supone que la gente a la que vas a vigilar ha de ser pillada por sorpresa, o sea que tú tienes que verlos antes de que ellos te vean. Y como te pongas a leer, a hacer sudokus o a mandar mensajes con el móvil pues ya la has cagáo, porque se te escapa la presa. Y no digamos de las ganas de hacer pis, que te las tienes que aguantar ya que no es cuestión de ausentarse para entrar en una cafetería. Así que al final Pilarín se cansó y decidió que mira, que allá ellos, que ya se le ocurriría algo mejor que el espionaje. Y se dirigió hacia el coche, taconeando orgullosa después de contestarle al camarero del bar de la esquina que la había reconocido y le preguntó qué la traía por allí:
“Nada de particular. Había venido a ver si este pedazo de cabrón piensa hacerse cargo del hijo que estamos esperando.”

#SafeCreative Mina Cb

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