miércoles, 9 de septiembre de 2015



CREDOS

Ya no creo ni en dios ni en las señales.

(ni a las de tráfico les hago caso ahora…)

Me he transformado en una agnóstica
atea
ácrata
descreída
que ha ido paulatinamente despojándose
de todas las creencias
que tardó toda una existencia en asimilar.

Empecé siendo nada.
Luego, de chiquitina,
me enseñaron a creer en dios
y tanto me lo creí
que hasta quise ser monja
(o mejor misionera,
que se viaja)
Después, de adolescente,
surgieron las dudas,
los cismas personales y el agnosticismo
y esos vórtices negros
que iban jalonando mi camino y me enseñaban que nadie
te saca del fuego las castañas
y que ni rezos,
ni súplicas,
ni novenas o salves
te arreglan lo que no arregles tú misma.
Así que me hice militante de los designios del destino
(en algo hay que creer)
pese a las chanzas de un amigo socarrón
que bromeaba al respecto
de mi fe en algo tan etéreo e irreal
como el incierto sino.
Mas tenía razón, y tras un tiempo
renegué yo también de los azares
y empecé a creer en ese dicho que sostiene
que todo pasa por algo en esta vida
(por imbécil, por ejemplo)
y me lié a interpretar señales que yo creía ver
en cualquier parte;
y hasta me tropecé con alguien
que veía las mismas
y las interpretó del mismo modo
y ahí anduvimos ambos, como lelos,
tras le estela del cometa Halleycito
hasta que un día
se nos pasó la borrachera
y cada cual empezó a pensar en un idioma
y al cabo, las señales
marcaban direcciones diferentes
y se fueron a hacer cósmicas puñetas el amor y la armonía.
Y fue entonces
cuando dejé de creer también en las señales,
que eran, a la sazón,
la única creencia
que me quedaba en pie.

Y ahora,
rayando el medio siglo
ya no creo ni en dios,
ni en el destino,
ni en el porqué de las cosas que pasan,
ni en las señales…

Si es caso, creo
(todavía
y a saber durante cuanto tiempo)
en el amor.

Y eso sí:
también creo en mí misma.

#SafeCreative Mina Cb

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