I WAS BORN IN…
Míralo bien. No es lo que parece. Es como tu hijo y no lo es. Pero no siempre fue como ahora mismo. No siempre cargó con balas de cañón. No siempre sus ojos estuvieron, como ahora, habituados a la demencia y a la muerte. Nació un día en un país lejano, tal vez vino al mundo envuelto entre las rudimentarias asepsias de algún hospital o tal vez lo hizo en casa, rodeado de mujeres armadas con palanganas, tijeras y paños blancos.
Una vez en el mundo su madre lo colocó sobre su pecho y lo alimentó por primera vez, del mismo modo que ya había hecho en otras ocasiones con el resto de su numerosa prole. Y le pusieron un nombre. Puede que incluso sus primeros sueños fueran velados por sus hermanas, niñas de pocos años que le cantaban canciones de la tierra… canciones que habían aprendido cuando, como él, empezaban a despertar a la vida. Fue ese su primer contacto con la lengua en la que más tarde pondría nombre a todas las cosas que le rodeaban, y aprendería a pedir agua cuando tenía sed. Y seguro que también fue uno de esos seres próximos quien un día lo cogió de la mano para ayudarle a dar sus primeros pasos.
Y poco a poco ese bebé fue convirtiéndose en un niño que pasaba, como todos los niños de la tierra, sus días entre el cole, la familia y los juegos con sus amigos, hermanos y vecinos.
Hasta que un día el frágil equilibrio de su pequeño país se quebró. Y las calles se llenaron de armas y de ruido. Y las gentes que salían de casa para ir al colegio, al trabajo, al mercado, a veces no volvían nunca. Y se acabó la infancia, y los juegos en cualquier lugar. Y la angustia y el miedo se convirtieron en algo tan habitual que terminaron por integrarse en la existencia, como lo hacen el sueño o la fatiga. Y el niño dejó de ser un niño para convertirse en un superviviente.
Que es lo peor que puede sucederle a un niño.
#SafeCreative Mina Cb
Míralo bien. No es lo que parece. Es como tu hijo y no lo es. Pero no siempre fue como ahora mismo. No siempre cargó con balas de cañón. No siempre sus ojos estuvieron, como ahora, habituados a la demencia y a la muerte. Nació un día en un país lejano, tal vez vino al mundo envuelto entre las rudimentarias asepsias de algún hospital o tal vez lo hizo en casa, rodeado de mujeres armadas con palanganas, tijeras y paños blancos.
Una vez en el mundo su madre lo colocó sobre su pecho y lo alimentó por primera vez, del mismo modo que ya había hecho en otras ocasiones con el resto de su numerosa prole. Y le pusieron un nombre. Puede que incluso sus primeros sueños fueran velados por sus hermanas, niñas de pocos años que le cantaban canciones de la tierra… canciones que habían aprendido cuando, como él, empezaban a despertar a la vida. Fue ese su primer contacto con la lengua en la que más tarde pondría nombre a todas las cosas que le rodeaban, y aprendería a pedir agua cuando tenía sed. Y seguro que también fue uno de esos seres próximos quien un día lo cogió de la mano para ayudarle a dar sus primeros pasos.
Y poco a poco ese bebé fue convirtiéndose en un niño que pasaba, como todos los niños de la tierra, sus días entre el cole, la familia y los juegos con sus amigos, hermanos y vecinos.
Hasta que un día el frágil equilibrio de su pequeño país se quebró. Y las calles se llenaron de armas y de ruido. Y las gentes que salían de casa para ir al colegio, al trabajo, al mercado, a veces no volvían nunca. Y se acabó la infancia, y los juegos en cualquier lugar. Y la angustia y el miedo se convirtieron en algo tan habitual que terminaron por integrarse en la existencia, como lo hacen el sueño o la fatiga. Y el niño dejó de ser un niño para convertirse en un superviviente.
Que es lo peor que puede sucederle a un niño.
#SafeCreative Mina Cb
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