viernes, 18 de septiembre de 2015




EL INQUIETANTE CASO DEL RELOJ DE LA FRUTERÍA

Parece normal. Quiero decir que es redondo, como casi todos, y tiene su esferita blanca con sus doce números y sus agujitas que giran alrededor del eje. Y hace lo que todos, que es indicar la hora. Claro que no con demasiada exactitud.
Y ahí es donde empieza lo anormal. Porque este reloj se adelanta, pero no al uso, esto es, pasito a paso, unos segundos al día y poco a poco como mandan los cánones, sino que va a su bola, a lo tonto y sin ninguna lógica; a lo bestia a al principio y luego en plan aquí no ha pasado nada. Me dice la frutera, que es una chica socarrona pero muy juiciosa, que si ella lo ajusta, pongamos a las nueve, para las once las agujas ya señalan las once y diez. Y que ahí se planta, como los del pócker. Y que ya no se desajusta ni un segundo; es decir, que sigue funcionando de continuo sin alejarse una milésima de los diez minutos de adelanto que ha ganado en esas dos horas.
Ella está un poco mosca. La chica digo. Y me ha dicho si sé de algún relojero que pueda meter en cintura a su díscolo inquilino.
Yo le he dado el teléfono de un brujo. Que creo que le va a hacer más papel.

#SafeCreative Mina Cb

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