jueves, 3 de agosto de 2023


 

REBELIÓN EN LAS ALTURAS

Aquello no tenía ni pies ni cabeza, se dijo Robustiano. Toda una vida terrenal de privaciones para eso… Había sido un mozo de buena planta y no había mirado a otra mujer que no fuera la suya, había tenido ocasión de enriquecerse con un cargo en el ayuntamiento y se había conformado con su miserable sueldo de empleadillo de oficina, que por las justas le dio para sacar adelante a todos los vástagos que el Altísimo tuvo a bien enviarle (6 hembras, tres varones y dos más que no llegaron a nacer).
¿Y todo eso para qué? Para llegar al cielo, que le asignasen una nube, le dieran un arpa y lo tuvieran ahí, tocando salmos y comiendo bocadillos de Philadelphia (y fríos además, que el único microondas del paraíso estaba en el despacho de Dios), y sin unas malas sandalias. Que entre la propensión que había tenido siempre a los hongos y el puñetero reuma no ganaba para medicación. Porque allí todas las curaciones eran a base de milagros, y el buen Dios tenía una lista de espera que ríete tú de la sanidad de Rajoy… y tampoco es que se esmerase mucho en reducirla; se pasaba el día separando buenos de malos, provocando tornados, leyendo informes sobre moribundos para decidir adónde los mandaba, o iluminando al pobre Benedicto, que el hombre ya no sabía muy bien por dónde le daba el aire.

De modo que Robustiano se hartó de esa vida que, además de plagada de desdichas, se presentaba eterna, y empezó a revolucionar al personal… Siempre la había picado el gusanillo de la agitación social, pero se había contenido porque los curas decían que era pecado. De manera que, puesto que no tenía nada que perder, se lió a ir de nube en nube repartiendo panfletos con lemas tales como “Menos salmos y más Bob Dylan”, “Menos Philadelphia y más solomillo”, “Menos humedad y más salubridad”… Y cosas así.

Resumiendo; que al cabo de dos semanas el Altísimo se cansó de tanta reivindicación, le puso las maletas en la puerta y ahora está la mar de feliz en el infierno, asando en la hoguera morcillas y tostadas de ajo, calentito, hartándose de oír cantar a Freddy Mercury y a Kurt Kobain (él había sido siempre muy moderno) y al fin libre de los hongos y el reuma…

Y eso sí, ciscándose en todo lo barrido por haber pasado toda su vida terrenal haciendo el gilipollas.

#SafeCreative Mina Cb

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