miércoles, 29 de septiembre de 2021


 

ROBAMERIENDAS

Algo tiene de dulce el inicio del otoño. Algo de bonancible y de clemente. Como de querer compensarnos del frío y la negrura que nos aguardan e ir esparciendo por ahí regalos que, más que augurios, son balsas sobre las que navega la esperanza de la lejana primavera.
Uno de esos obsequios son estas florecillas, parecidas al azafrán, llamadas robameriendas, que salpican la tierra en ciertas zonas y que son el signo inequívoco de que el verano toca a su fin definitivamente. Las robameriendas, nombre que les pusieron los pastores, se llaman así porque indican que las tardes se van a ir acortando velozmente, y aparecen en fechas próximas al solsticio de septiembre. El domingo vi las primeras, en Monlora, un mágico territorio de las Cinco Villas, en el transcurso de un delicioso paseo matinal. Las vi y de inmediato las asocié con los meses grises y frescos que nos aguardan, y tal vez como un acto reflejo de quien desea retener lo inabarcable, detuve el paso al tiempo que cerraba los ojos, inclinando la cabeza hacia atrás, y me bebía, encantada de la vida, los dorados y tibios rayos de este bendito sol de otoño.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen: Jose Miguel Jiménez Arcos

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