jueves, 15 de julio de 2021


 

HISTORIAS CON FINAL FELIZ

Pasé como de refilón, haciendo tiempo. Había quedado con mi hermana (sorry, otro día estamos sin que te deje tirada casi tres cuartos de hora) e iba haciendo tiempo hablando por teléfono con un amigo (Alfonso, te debo una charla, varias cervezas y un libro, prometido) y me pilló de paso. La vi porque los seres como yo las vemos. No nos pasan desapercibidas, y no podemos seguir nuestro camino. Una cigüeña, exclamé, y le dije a mi colega, tengo que dejarte. Colgué y ya todo fueron plumas. Plumas y Leire, que ahí estaba, con su plan interrumpido. Como yo, flipando al ver a uno de esos bichos tan de cerca. Cayó en San Jaime, dijo. Se fue hasta sin pagar la cerveza, vio que el ave tenía un problema y no se lo pensó. La sacó del bullicio (todos haciendo fotos y a nadie le dio por llamar al 112) y aún no me explico cómo pudo llevarla hasta allí, al lado de la guardería de la calle Calahorra. Ella tenía poca batería y yo, que soy muy de encontrarme animalejos, el número del guarderío, así que me quedé. No imaginaba mejor plan. No era mi primera vez pero qué diablos, hay cosas que cuando suceden hay que estar y ya. Y estuvimos. Sobre todo cuando pasó la moto, lo más lenta posible, que allí estábamos nosotras dirigiendo el tráfico, y el animalillo se alteró. Y a correr otra vez. Y cuando ya parecía que estaba, y los del guarderío andaban cerca, llegaron un coche y otra moto y se jodió el invento. Se asustó y emprendió un corto vuelo que no había de llevarla lejos parque el cierzo, cuando se desata, es lo que tiene. Que si eres joven e inexperto te lleva donde quiere. Si hasta a los adultos les cuesta hacer frente a sus embates a ver a un volantón. Y otra vez a correr, esta hasta un patio, a ver dónde había aterrizado la criatura. Y los del guarderío dando palos de ciego. Y al fin la confirmación de que el bicho estaba ahí y no en otro sitio. Y los municipales que no podían resolver el asunto hasta el día siguiente. Y pulsar timbres por el barrio. Y marcar teléfonos un poco al tuntún. Y al final la pista. La buena. Y el azar, que siempre se presenta cuando parece que todo está perdido, no será usted el dueño de… pues sí. Y todos dando brincos, y la puerta que se abre, y el animal asustadizo que es recogido por los expertos. Y la seguridad de que mañana, o pasado mañana, o cuando sea, será llevado al sitio desde el que la aventura que intentó esta tarde será por fin felizmente realizada. Y de que, dentro de unas semanas, tiempo al tiempo, formará parte de esas bandadas que sobrevuelan la ciudad, rumbo a sus nidos, cuando cae la tarde.

A Leire y a mí nos encantan las historias con final feliz.

#SafeCreative Mina Cb 

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