martes, 27 de julio de 2021


 

FIRST DATES

Me están entrando ganas de llamar al “First dates”, y lo digo completamente en serio, de modo que no os sorprendáis si me veis un día por la tele. La verdad es que nunca hasta ahora había visto el programa; me habían hablado de él pero me parecía una pérdida de tiempo sentarme frente al televisor a contemplar tal espectáculo, pero oye, una noche haciendo zapping pasé por el canal donde lo estaban emitiendo y me quedé. Había varias parejas: la más divertida unos gays jovencitos y la más lamentable un hombre y una mujer maduros que no necesitaban decir su edad para que una supiera que rebasaban los cincuenta. Ella llevaba ese peinado de media melena rubia y flequillito recto que tanto parece gustar a las mujeres que se visten de una determinada forma. Se lamentaba de su mala suerte en el amor y esperaba encontrar en ese lugar lo que no podía hallar en otros. Él, por su parte, iba con camisa clara abotonada casi hasta la nuez y pantalón de línea clásica y decía estar harto del amor y ser contrario al compromiso con lo cual, salvo que sólo quisiera echar un polvo (y no tenía pinta de ser de esos) no entendí muy bien que hacía allí hasta que, a la salida, pasó mil pueblos de la chica y se puso a hacerse selfies con las camareras. Lo peor fue cuando sacaron una imagen de la tipa sola y resultó que tenía mi edad, que yo casi tuve que levantarme y mirarme en el espejo para asegurarme que seguía llevando el pelo largo y rojo. Y fue entonces cuando pensé, pues mira, igual llamo… Y decidí verlo otro día, más que nada por echarle un ojo al menú, qué yo para comer soy muy rarita y si no ligas, oye, por lo menos que te vayas a casa con la tripa llena. El caso es que los platos que van sacando no me convencían mucho, como tampoco lo hacen los hombres que les asignan a mujeres de mi edad, de modo que he decidido, más por el bar que por el compromiso, apuntarme y, si me eligen, presentarme allí como salgo a la calle normalmente, o sea con lo primero que pillo en el armario, sin peinar, y con la suficiente antelación como para llevar, cuando el chorbo llegue, un par de cañones de cerveza en las neuronas y luego ya, si el tío me gusta, plantarle de buenas a primeras un beso de tornillo, y si no echar un ojo por la sala a ver si los de las parejas más jóvenes se ajustan más a lo que busco, que no sé el Sobera se lo habrá planteado pero digo yo que alguna vez tendrá que ser la primera.

En fin, que me lo estoy tomando tan en serio que el otro día lo comentaba con un colega que oscila entre lo gótico y lo heavy, y cuando le propuse si se quería presentar conmigo me soltó:
“Tú pregunta si hay un restaurante cerca y ya si eso voy...”

Y ahí estoy, barajando la propuesta.

#SafeCreative Mina Cb 

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