MULTIPLICA Y VENCERÁS
Antes, ganar un concurso
no era una cosa sencilla:
hacía falta talento
y currarse una ideílla
y enviar después la obra
con el sobre de la plica
y luego esperar a ver
qué era lo que sucedía.
Claro que existía el riesgo
de que ganasen la tía,
la sobrina o el cuñado
del alcalde de la villa
que organizaba el concurso
de música o poesía...
Y eso, claro, mosqueaba
al resto de los artistas.
Hasta que alguien se inventó
para evitar esa filfa
el jurado popular
que, en esencia, consistía
en que un grupo de eruditos
efectuaran la criba
de las obras, y más tarde
tras haber sido elegidas
las mejores, exponerlas
y hacer que el pueblo decida.
Y eso está requetebién
porque evita que a la prima
le otorgue el premio el jurado
porque el mandamás lo diga.
Pero ay... porque aquí también
tienen las trampas cabida:
porque si un seleccionado
pide a amigos y familia
que den el voto a su obra
y al mismo tiempo les pidan
a todos sus conocidos
el voto para la misma,
eso ya más que un concurso
se convierte en una rifa
donde el premio se lo lleva
quien más boletos consiga
y el resto guardan silencio
porque allí no hay manos limpias.
Blanca me quedé hace años
cuando vi cómo salía
el ganador de un concurso
de entre un puñado de filas
de amigos que le aclamaban
como si fuera un artista
en la final “popular”
de un certamen de poesía.
Yo fui sola y me quedé
segunda... y desde aquel día
ya no he vuelto a concursar.
¡Qué grandísima mentira!
#SafeCreative Mina Cb
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