EL FIESTÓN DEL DEPARTAMENTO DE INFORMÁTICA
Aquello había que celebrarlo por todo lo alto. Por fin, y después de tantos años, la dirección había decidido renovar aquel sistema informático tan caduco. Y ellos, los cuatro miembros más brillantes del departamento, habían sido elegidos para formar el equipo que se encargaría de la elaboración del nuevo programa.
El reto era importante puesto que se trataba de una gran firma de distribución a nivel nacional, con lo cual el proceso debía trabajar en varios campos: un proyecto multidisciplinar encaminado a coordinar todos los sectores que componían el conjunto de la empresa: administración, logística, abastecimiento… sin olvidar los departamentos de ventas y contabilidad.
El único problema era que disponían de muy poco tiempo, por lo cual los horarios deberían ser intensivos; pero el sueldo que les habían propuesto era muy interesante. Y también lo era la posibilidad de ocuparse de la supervisión de la puesta en marcha del sistema, actividad que les permitiría viajar por todo el país y adquirir una experiencia nada desdeñable.
De modo que reservaron mesa en el mejor restaurante de la ciudad y allí que se presentaron a las nueve en punto ataviados con sus mejores galas. Pidieron el menú degustación, que costaba un riñón y medio, y se trasegaron una botella de blanco de Rueda, tres de Rioja y otra de Dom Perignon. Eso tras haberse bebido cada uno un par de Martinis rojos como aperitivo. Y los dos petas que se echaron al salir del local.
Con todo esto en el cuerpo, pidieron un taxi y se presentaron en la zona de pubs más pija de la ciudad. Se calzaron unos mojitos y después se inflaron de gintonics de diseño, que es lo que mola ahora entre la juventud más “cool”. Para entonces dos habían perdido la corbata; el tercero, calvo como una bola de billar, se la había puesto de diadema y el cuarto se la había atado alrededor de las rodillas y llevaba al menos media hora moviéndose a saltitos por el bar.
Cerraron todos los garitos nocturnos y acabaron en un after, a las tantas, no sabiendo ya ni cómo se llamaban, perdidas las chaquetas de Armani, con las camisas a lo Lauren Postigo y los ojos como tizones. Uno de ellos propuso que, puesto que ya eran las doce del mediodía del domingo y a la mañana siguiente había que ponerse a trabajar en el asunto, lo más sensato sería meterse en un café, tomar algo caliente y marcharse a dormir.
Se sentaron ante cuatro carajillos bien cargados y empezaron a analizar el objetivo. Se les ocurrieron bastantes cosas; fue una improvisada tempestad de ideas que comenzó con hipótesis factibles y que poco a poco se fue convirtiendo en un delirio de majaderías en el que todos intentaban superar al anterior. Esbozaron un proyecto enrevesado, imposible de ejecutar con éxito, surrealista y descabellado pero que en aquel momento les pareció la mar de innovador y funcional. Uno de ellos vivía a tres calles del bar. Se acercó a casa a por el portátil y se pusieron manos a la obra en aquel mismo momento, borrachos como cubas y muertos de fatiga, pero poseídos por una febril inspiración. Pidieron unos sándwiches y unas cervezas y pasaron el resto del domingo en aquél café, delante del ordenador. Finalmente decidieron que era necesario un equipo informático más completo por lo que se desplazaron a casa del que vivía cerca del bar, donde siguieron trabajando y bebiendo hasta la madrugada.
Terminaron tendidos en el suelo, dormidos como troncos y emitiendo ronquidos de una intensidad atronadora con los que impregnaron la atmósfera de un denso vaho etílico.
….....
Sorprendieron al equipo directivo entregando su brillante proyecto a primera hora del lunes; motivo por el cual les concedieron una sabrosa prima y unas merecidas vacaciones.
#SafeCreative Mina Cb
Nota de la autora: Los usuarios del programa todavía no han terminado de cagarse en el árbol genealógico de esa panda de genios.
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