LA NIÑA DEL CUADERNO
Había muchos más retratos infantiles. Muchos más y muchísimo más sobrecogedores, como los de esas niñas endomingadas que habían perdido el contacto con sus familias y miraban a la cámara desde la profundidad de sus ojos sin luz. Y además, para cuando llegué hasta esa sala ya habían desfilado ante mis ojos decenas de imágenes que describían el cómo y el porqué de los éxodos que se produjeron en los cinco continentes hace más de una década. Ya había podido imaginar muertas a no pocas de las personas que forman esa galería; ya había visto muchas de aquellas interminables filas de gentes con los pies desnudos; ya me había parecido sentir el hedor de los campamentos de refugiados: ya había experimentado la repulsión con que los habitantes de un pueblo africano miraban morir de cólera a un hombre sin osar acercarse; ya me había estremecido ante la inhumana magnitud de las modernas metrópolis asiáticas en donde lujo y miseria casi pueden rozarse. Ya había contemplado, una vez más, esas imágenes que la tele nos vomita cada día aunque, como en este caso, fueran en gran formato, plasmadas de una forma magistral y disponiendo del tiempo suficiente como para observarlas detenidamente.
Pero fue ella la que me atrapó. En esa sala enorme llena de retratos de herederos de la pobreza, fue esta chiquilla la que me estremeció hasta el llanto, que no es lo mismo que la lágrima. Porque, según el propio autor explica, esto no son imágenes robadas, sino fotos en las que los menores eligieron cómo querían ser representados. Y esta pequeña de vestido inmaculado quiso ser retratada con su cuaderno y su bolígrafo. Y al verla ahí, sentada en el pupitre, mirándome de frente, se me ocurrió que, cuando ya nos lo han arrebatado todo, solo puede salvarnos aquello que nos diferencia de los animales.
#SafeCreative Mina Cb
“Hija de campesinos sin tierra”
Sebastiao Salgado
Perteneciente a la exposición “Éxodos”
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