viernes, 5 de septiembre de 2025


 

NO SE ME DA BIEN HACER BIZCOCHOS

No se me da bien hacer bizcochos.

Bueno, en realidad no se me da bien cocinar, pero eso no es mayor problema porque lo hago solo para mí y no soy demasiado exigente. Y ya me ocupo de relacionarme con gente que no lo sea. Cuando vienen a mi casa digo. O que, en caso de serlo, coja el delantal y se arremangue mientras yo me tomo un vinito blanco en el sofá.

Con toda confianza.

Pero lo de los bizcochos me jode. Porque me va el dulce, aunque me conviene más bien poco, y me molaría que me salieran bien. Pero se me queman, o no me suben, o me quedan crudos por dentro. El caso es que se me da tan mal que desistí hace siglos. Y lo que hago cuando tengo un compromiso, qué remedio, pues es apoquiñar. Ir al comercio, colocarme delante de la vitrina, elegir y soltar los euros que me pidan. Y ni por un momento me planteo decirle a alguien (quien dice decirle dice insinuarle sutilmente) que tengo un compromiso y necesito un bizcocho y me salen fatal. Y eso que sé que hay quien lo hace. O sea no dejarlo caer, sino pedirlo directamente y además puntualizar que lo quiere sin gluten. Y con pepitas de chocolate. Y a ser posible con panela en vez de azúcar. Y claro está que ni por asomo plantea el asunto de la compensación monetaria, porque quien no tiene una tienda de bizcochos no puede pedir por ellos un real. Además de que, independientemente de las materias primas, se supone que prepararlos no le supone esfuerzo alguno. Quiero decir que a los y las virtuosas de la repostería les pasa como a la Cenicienta Disney cuando hacía las labores domésticas; esto es, que súbitamente aparece en la cocina un ejército de animalillos que mezclan, baten, cuecen, engrasan, enharinan y adornan los pasteles mientras la cocinera bailotea sobre las baldosas.

Porque es así como sucede ¿no?

#SafeCreative Mina Cb

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