miércoles, 23 de octubre de 2024


 

TUBO TUBO
(ROCANROL)

Llegó hasta mí esta imagen hace días para recordarme lo mayor que soy. Porque este Tubo, sin ser el setentero de las fumaradas mañaneras de las fiestas de Santa Ana, lleva ya a sus espaldas cerca de cuarenta años, si no más.

Y es que el Tubo, como todos los entes importantes que se precien, tuvo varias etapas. La primera, de una conmovedora ingenuidad, fue la de la era de nuestros padres y nuestros abuelos, cuando no existían el kalimotxo ni los porros y las cuadrillas iban de tinto y de clarete. Aún llegué yo a ese Tubo zuritero de principios de los ochenta (que levante la mano quien no pasase por allí siendo menor de edad) al que la heroína consumió y que renació como pudo de sus cenizas, reinventando música, locales y clientela, dejando atrás los bares diáfanos de barra alfombrada de banderillas y trozos de bonito para pasar a convertirse en una zona de antros oscuros y nocturnos donde brincábamos al ritmo de los Barricada, la Polla o los Kortatu. Renovarse es morir, que dice mucha gente, y eso fue precisamente lo que hicieron los antros de la calle San Julián. Y aunque es bien cierto que hubo un periodo en el que convivieron los bares de toda la vida con los nuevos tugurios, al final la fauna nocturna les acabó ganando la partida a los de siempre y el Tubo de los noventa se convirtió en el refugio de la peña más macarra de Tudela.

Estaban el Pelayo, oscuro como el mismo infierno, con sus techos bajos y sus urinarios de agujero; la Higuera, esa tasca con billar que acabó sus días convertida en un after donde se podía fumar a puerta cerrada; el Kaiola, retirado en Verjas, vecino algo lejano del incombustible Escudo; el Melilla de Matías, el francés; el Gaupasa y su infernal bullicio que desbordaba el local a causa del gentío; el Oskorri con aquella surrealista columna centenaria; el Moskú, estrecho y largo como un tubo de pastillas… Y, cómo no, el Pekín de Mamen, la Moracha, aquella legendaria taberna multisexual y feminista (“Taberneras al poder”, clamaba una pintada en el baño) donde aprendimos a ser libres mientras la Jao rebobinaba cintas con el boli Bic y Eva, ya Guarra pero todavía sin Guarrida, servía cañas con cara de mala hostia y la melena pegada al tirador.

Que digo yo que no éramos conscientes, pero ahora sabemos que nunca fuimos tan libres como entonces.

#SafeCreative Mina Cb

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