NACER PARA PRINCESA
O para príncipe, aunque las mujeres somos más de sucumbir a las estupideces de la moda. Quiero decir tacones anatómicamente insoportables, depilaciones dolorosas, pastizales invertidos en botox y otras reconstrucciones (o deconstrucciones) corporales, dietas que nos conducen hasta los límites de la inanición o sesiones de gimnasio encaminadas, no a beneficiar a la salud, sino al utópico y ansiado forever young. Nada, salvo que se caiga en los brazos de la práctica enfermiza, que no se solucione con un puñado de euros o una buena hidratante en el caso de la depilación con cera.
Claro que luego están las que lo dan todo, las fashion victim que nacieron para princesas y se han quedado en proletarias. Porque ya sabemos que la “clase media” no la integra el currante sino quien puede permitirse el vivir sin trabajar, o sea que le da para pagar a quien se haga cargo de las pequeñas tareas enojosas que conlleva la vida cotidiana.
Como abrir una lata de refresco.
Me pasó el otro día en la piscina. Una chica me abordó para pedírmelo. El asunto me resultó tan insólito que le hice repetirme la pregunta un par de veces. No he debido de entenderla bien, me dije, pero no. Y la miraba atónita: una muchacha guapa, aparentemente sana, joven y sin mutilaciones a la vista. Quiero decir que no le faltaba una mano, o un dedo, o incluso el brazo. Que esa es otra, porque la gente con minusvalías, en general y por pura necesidad, se apaña superbién solita. Debió de reflejárseme la perplejidad en la expresión porque al fin la moza me dijo: “Es que con estas uñas (una de esas pedicuras superguay modernas) no puedo”. Y me imaginé el día a día de la pobre mueta, con asistentes para atarse los zapatos, abrocharse los pantalones y (recórcholis) engancharse los corchetes del sujetador. Y me pregunté si curraría y en qué. Y si, en caso de necesitar habilidades digitales para hacerlo, lo de la manicura le podría permitir el acceso a ocupaciones más factibles. Y me acordé de esa clienta que en el curro, unos días antes, no era capaz de sacar las monedas de la cartera por la misma razón. Y pensé, mientras tiraba de la anilla de metal, que nos merecemos el meteorito, pero ya. Y que a mí nunca se me ocurriría ponerme así las uñas. No por el trabajo ni por el monedero, sino porque no tengo en casa a nadie que me pueda abrir las latas.
Las de cerveza sobre todo.
#SafeCreative Mina Cb
Cuentos, poemas, historias... Soy Inma y os propongo que hagamos un club de cuentistas. Con imaginación. Con ilusión. Con esperanza. Un club donde pasar el tiempo, donde evadirse... Donde jugar a ser otro.
sábado, 3 de agosto de 2024
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