viernes, 7 de junio de 2024


 

LOS GRANOS DE PUS

Una de las cosas que marcan el advenimiento de la vejez es la desaparición de los granos de pus, esos antiestéticos inquilinos que nos acompañan desde la pubertad hasta el momento de la deserción de las hormonas.

¿Que a qué viene esto a estas alturas? - os preguntaréis. Pues viene a que el otro día, trasteando por la red, me encontré un canal temático que solo emite extracciones de quistes, comedones y espinillas. Y volvió a mi mente con nostalgia aquella época dorada en que lo primero que hacía al entrar al baño era colocarme ante el espejo con la esperanza encontrar un grano que reventar. Me gustaban especialmente los de las comisuras de los labios, cuya protuberancia negra destacaba su perfil. O esos que salían en torno a las cejas y que eran en realidad poros pilosos infectados que nos obsequiaban con un filamento negro al presionarlos. O aquellos de la parte inferior de la nariz, que quizá por su proximidad con la salida del aire y otras excrecencias, presentaban en ocasiones una seductora punta amarillenta que al ser reventada eclosionaba con viscosidad. O los de la frente, grandes y poderosos en mitad de su tersísima explanada. O los que aparecían en el lóbulo, discretos, aunque un tanto puntiagudos, alrededor del agujero destinado a los pendientes.

Claro que los mejores eran los de tu chico. Los de la espalda sobre todo. En esos momentos de dorada intimidad en los que él yacía boca abajo y tú, sentada a horcajadas sobre su trasero, presionando su torso con tus muslos para inmovilizarlo, te entregabas al morboso placer del peeling erótico. Y él se quejaba y tú de decías, melosa: “el último; déjame que te quite este que es el último”, y él se prestaba, reticente, a permitirte ejercitar el dulce rito antes de que el amor, la juventud, y las secreciones sebáceas pasaran a la historia para siempre.

#SafeCreative Mina Cb

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