jueves, 16 de mayo de 2024


 

ESTACIONES

Eran mis primeras estaciones. Pillé una entrada tentada por el binomio Tarque Zigarros y luego, como no sabía con lo que me iba a encontrar, busqué un acompañante para la ocasión. Quiero decir algún otro lobo solitario que probablemente fuese a acudir sin compañía al concierto. Los adictos a la soledad somos gente de gustos parecidos y no tardé en dar con alguien.

Me presenté en el recinto reventada tras una semana bastante intensa en el trabajo, una hora larga de caminata y otra bregando contra el bochorno en la piragua y rogándole, pues, al cielo, que mi cuerpo aguantase por lo menos un concierto.

Llegar allí fue un poco como plantarse en la Plaza Nueva el día del cohete, que podías pasar lista y además todo el mundo iba en zapatillas y con un vaso en la mano. Busqué a mi amigo, nos perdimos en saludos a otra gente y al sonar la sirena Tarque descargó la primera andanada. Tengo que decir que soy bastante fan así que me sabía casi todas las canciones. Y como también soy bastante dada al bailoteo, poco tardé en olvidar el agotamiento laboral y venirme arriba hasta ese punto que te destroza la garganta para el día siguiente. Contra todo pronóstico aguanté los dos conciertos como una campeona y hasta me quedé a la mitad del del último, recogiéndome con pena porque tenía que trabajar al día siguiente.

Al despertar el sábado me brotó una de esas sonrisas bobaliconas tipo adolescente enamorada al llegarme a la memoria todo lo vivido. El cuerpo me dolía y, sin embargo, una sensación de felicidad invadía mi espíritu. Algo muy similar a ver brotar la luz tras una larga noche de pasión entre las sábanas.

Y supe entonces que había asistido a un espectáculo maravilloso y mágico. Que no eran solamente los artistas o las canciones. Ni siquiera el público o la impecable puesta en escena del equipo de luces y sonido. Tuve clarísimo que todo lo que había presenciado no era sino producto de la ilusión de un grupo de personas que, como los galos de la aldea de Astérix, se embarcaron hace más de una década en un loco proyecto de esos por los que nadie apuesta un céntimo. Y que consiguieron arrancarlo y mantener la llama durante mucho tiempo. Y que, en el transcurso de estos años, Estaciones Sonoras ha ido creciendo, convirtiéndose en adulto y transformándose al final en una sólida y fecunda realidad que, edición tras edición, lleva hasta la pequeña ciudad romana a lo más granado del panorama musical. Y a su vez, y atraída por ello, a una diversa y fascinante tribu que convierte al festejo cascantino en un apasionante viaje cuyo destino siempre se quiere volver a visitar.

GRACIAS

#SafeCreative Mina Cb

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