viernes, 15 de marzo de 2024


 

“SE IBAN A MORIR IGUAL”

Diciembre del 19. Tres meses antes de la hecatombe. Golpe en la cabeza. Tratada con Simtrom. 85 años. Derrame interno. Diagnóstico entre pesimista y demoledor con opción de, si en 72 horas no había mejora, ir a quirófano sin garantías de calidad de vida. Era mediodía y aún respondía a las preguntas con cierta coherencia y nos llamaba por nuestro nombre. A la mañana siguiente sólo emitía sonidos y se intentaba arrancar las sondas. Unas horas después la trasladaron a una habitación individual y al día siguiente por la tarde comenzó a agitarse y pedimos (lo habíamos hablado con ella hacía tiempo) que le administraran sedación. Al otro día, por la mañana, una amabilísima enfermera le cambió la vía (ni sé la guerra que le dio, no le encajaba bien) y desistió del intento de darle la medicación cuando yo le pedí que si ella la rechazaba no se la administrase. No sé qué día de la semana era, puede que sábado, pero sí recuerdo que un sol hermoso y amarillo entraba a raudales por la cristalera y le iluminaba el rostro. Dormía. Ese mismo atardecer me instalé en el incómodo sillón con mi edredón y mi libro y puse en la tele una peli de dibujos. Me suena que era de esas de las albóndigas. Vinieron a acomodarla y apagué la luz tras darle un beso y decirle que tranquila, que iba a estar allí toda la noche. Cuando dejó de roncar y su respiración, un tanto renqueante, se acompasó, pude dormirme. Si es que a ese duermevela se le puede llamar dormir. De repente desperté desconcertada. El silencio era absoluto. Me levanté para acercarme y la miré. No había en su expresión un signo de dolor o sufrimiento. Me incliné sobre su cara y le di un beso. Creo que le dije algo. “Buen viaje, mamá”, podría ser.

No. No se iban a morir igual.

#SafeCreative Mina Cb 

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