martes, 18 de abril de 2023


 

QUITARSE LA VIDA

Empezaré diciendo que no soy médico ni socióloga y que por tanto estas líneas van a ser una opinión, una idea que lleva rondándome por la cabeza algunos meses y que no sé muy bien cómo abordar. Y desde luego que añadiré que no pretendo sentar cátedra ni meter el dedo en la herida de quienes han pasado por el amargo trago de vivir la situación de cerca. De hecho, pido disculpas de antemano si a alguien ofenden mis palabras.

La palabra suicidio asusta tanto que ni los datos se hacen públicos. O sea sí que se hacen pero por la puerta pequeña, como si fueran muertos de segunda clase, óbitos que se deban esconder por lo indigno de las circunstancias en que se dieron. Normalmente no hay esquelas y hasta las propias familias a veces prefieren silenciarlo, suponiéndose tal vez responsables al no haber sabido, o podido, evitar los hechos, cuando en realidad nadie tiene la culpa ya que uno no elige cómo es. Naces en una familia y un entorno concretos, recibes la misma educación que tus hermanos, las mismas lecciones que tus compañeros de colegio; vives más o menos las mismas experiencias que tus amigos pero hay algo en el cerebro que no va. Una especie de incapacidad para encajar los golpes, como una sensación de que la vida se te va quedando más grande cada día hasta que llega un momento en que no eres capaz de soportarla y decides apagar las luces dejando en torno a ti una nube de angustia y de perplejidad.

Y es que nadie está preparado para eso. Aceptamos el accidente, la muerte natural y hasta el asesinato. Asumimos con naturalidad la eutanasia en caso de un extremo sufrimiento y no encajamos que haya quien no desee vivir más. Así, como suena. Que la tarea de la vida se le haya acabado por antojar tan dolorosa que ya no pueda soportarla. Que se haya cansado de intentarlo y sienta que ya no hay espacio para él en este mundo. Y decida marcharse a escondidas, como si fuera un delincuente, por miedo a que, de contárselo a alguien, intenten disuadirle. Y de ese modo, creo, lo único que hacemos es acrecentar el sentimiento de incomprensión del suicida y apretar un poco más el nudo de la sensación de culpabilidad que recae sobre su círculo afectivo, cuando lo que deberíamos hacer es aceptar la libertad de criterio que cada cual debería de tener para decidir si quiere o no seguir viviendo.

Por duro e incomprensible que nos pueda resultar.

#‎SafeCreative‬ Mina Cb

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