martes, 4 de abril de 2023


 

ABRIL

A veces me preguntan por qué no salgo al campo acompañada y aquí está la razón. Siento un gran respeto hacia esas personas que parece que van de maratón, la vista al frente y el contador de pasos a pleno rendimiento, un poco jadeantes y con el pensamiento puesto en la ducha que les aguarda cuando lleguen a casa. O los de los bastones nórdicos, que dicen que son el invento del milenio pero a los que yo no veo gran utilidad, aparte de ir haciendo ruido, clac clac, por el asfalto. Aunque me consta que tenerla la tienen. La utilidad digo.

A mí me gusta más salir sin hora. A lo mío, el pájaro, la flor, las esporas de los chopos… y aquí me paro y aquí me siento y aquí me escurro por ese caminillo a ver adónde da. Hasta que un día se me vaya el pie y aparezca en Mequinenza con el bastón enganchado a la muñeca, miralalocaesasiesqueteníaqueacabarasí.

Pero lo peor para mis eventuales acompañantes (que no repiten con frecuencia) es cuando de repente suelto un “¡Oooooooooh!” y salgo como alma que lleva el diablo detrás de una mariposa. Aunque sea la más vulgar del mundo, que por aquí no abundan las especies raras. Y es por eso que hay días, como hoy, en que de repente, tras ver alejarse a un águila (una calzada, creo) que ha tenido el detalle de volar cerquita de mi cabeza unos instantes, bajar la vista y te tropezarme con el primer mariposón de la temporada, que aún encima ha dejado que me acercase lo bastante como para fotografiarlo, la vida se vuelve de color de rosa y hasta tengo la impresión de que la intensidad del cierzo se suaviza y trae a mis oídos música de Bach.

#SafeCreative Mina Cb

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