jueves, 9 de marzo de 2023


 

SIN TI… ¿NO SOY NADA?

Creo que ya lo he dicho alguna vez, pero repetiré que hay proyectos que duermen, como las notas del arpa de Bécquer, en el interior de una misma hasta que aparece esa “mano de nieve” que lo cambia todo. Aunque en este caso sean manos. Y cuatro para ser más exactos. Dos al piano y dos al violonchelo.

Conocí a Marina Sierra en un tren en el que yo no debería haber viajado, lo cual ya es sí es una señal. Nos presentó el amigo con el que no debería haber compartido asiento, ya que hasta entonces tampoco lo conocía, y se activó de inmediato entre nosotras esa corriente de complicidad que siempre se da entre personas que comparten, no sólo la pasión por el arte, sino además una visión muy concreta del mismo. Yo entonces no tenía ni idea del pedazo de currículum que avalaba a esa chica morena de aire tímido y sonrisa fácil.
Acordamos que yo le pasaría unos poemas para una idea que ella andaba gestando. Era febrero de 2020 y aquél encuentro se quedó en una anécdota interrumpida por el paréntesis del Covid, que afectó sobre todo al mundo del espectáculo y la creatividad. Claro que Marina es de las que no se dejan achantar y en cuanto se pudo retomó el asunto y en octubre de 2021 vio la luz “Amor y vino”, una maravilla de evento que mezclaba música, poesía y canto y del que salí convencida de que yo a aquella chica tenía que hacerle una propuesta.

Nos juntamos para hablar de “Sin ti… ¿no soy nada?” cuando el engendro no tenía ni nombre y era tan sólo un archivo titulado “dependencia emocional mujer” que llevaba al menos un año gravitando por el escritorio de mi ordenador y que antes de nada había querido ser teatro. La idea era difusa y el hilo conductor amargo, por lo que decidimos tratar de darle una vuelta mientras buscábamos una cantante.

Una cantante…

Tooodas las cantantes estaban ocupadas. O fuera. Bien de la ciudad o de nuestro presupuesto. Y en realidad cuando ella llegó en verdad era otra cosa. O sea instrumentista. Y amiga de un amigo. Que yo tenía ganas de conocerla por lo de las violas y las cítaras y eso. Lo del medievo me inquietaba mucho y me imaginaba a una señoritinga sosa y estirada que se llevaba al baño los pentagramas en lugar del móvil (que a lo mejor lo hace, no hemos llegado a ese nivel de intimidad), pese a lo cual le pedí a mi colega que me la presentara. Nos vimos tres o cuatro veces, o tal vez no llegó. El caso es que para la quinta ella, que ni era sosa ni estirada ni muchísimos menos señoritinga, ya estaba entusiasmada con el tema de colaborar como violonchelista. Fue entonces cuando le comentamos que ya sólo nos faltaba la cantante y dijo: “Yo”.

Y dicho y hecho. En cuestión de una semana ya andaban los archivos corriendo por un grupo de wathsapp: canciones, poemas, melodías de acompañamiento, audios de seis minutos… Y al final una fecha, que si no no hay proyecto que llegue a puerto de verdad. Y más archivos y más audios y el primer ensayo y el segundo... Y las risas y las vidas de cada una saliendo a relucir entre notas y versos. Y la convicción de haber dado en el clavo. De saber que, de hacerlo, sólo lo podíamos hacer las tres. De que la mano de nieve estaba a punto de despertar al genio y sacar al arpa de su silencioso y polvoriento rincón. Y de que ese amargo “Sin ti… ¿no soy nada?” del principio se había transformado en una feliz y femenina realidad.

Lo dicho: Que esta vez, la historia, te la contamos nosotras.

#SafeCreative Mina Cb

No hay comentarios:

Publicar un comentario