DESESCALADA
Llevo un estrés con eso de la desescalada que no se lo deseo a nadie. Lo primero con las instrucciones, que parecen el manual de un microondas made in China traducido por el Google: que si deporte a un kilómetro o en el término municipal, que si al bar sí pero a casa de tu madre no, que si viajes interprovinciales no pero si curras en Zaragoza sí... Vamos, un lío.
Y luego lo personal. Que yo con la báscula no tengo problemas, pero con el espejo... que después de un mes pertrechada por la máscara y las pantallas, envuelta en el pijama o el uniforme y sin una gota de hidratante porque todo atrae al bicho, pues a ver... con deciros que tras depilarme todo lo depilable (soy de las de confinamiento single) me he fabricado unas extensiones creo que ya no hace falta que añada nada más... Bueno; lo de las raíces, que se habían convertido en mechas californianas a lo pobre. Y miedo me da la peluquera cuando le pida vez, que ya me la veo afilando las tijeras con expresión de loca. Eso sí, la casa como un espejo la tengo, que he limpiado rincones que ni sabía que existían. Y el sofá con una marca que más bien es un socavón. Por no hablar del ratón del ordenata, que lleva más huellas que un episodio del CSI. Si hasta les he dado la vuelta a los armarios, con lo que me cuesta siempre, y he ordenado los libros, que no lo había hecho desde que monté las estanterías.
Pero al fin estoy lista. Ahora solo me queda que flexibilicen lo del deporte para poder tomar el sol. Porque por el balcón de mi casa entra luz pero de sol ni un rayo. Polvo mucho, eso sí. Pero de sol ni gota. Así que si quiero ligar bronce tengo que salir al exterior.
Y luego el curro. Que eso sí que es un follón: porque están los que se han pasado toda la cuarentena sin salir de casa y ahora parece que vienen de Chernobyl, descoloridos y errabundos sin saber muy bien por dónde engancharse la goma de la mascarilla, y los expertos: esos que ya están de vuelta de todo y aparecen con sus propios accesorios profilácticos que lo mismo utilizan para hacer la compra que para pasear que para, me imagino que en cuanto lo permitan, sentarse en la terraza del Casino a echarse una cerveza. Esos ya están curados de espanto y deambulan con precaución y sin temor por cualquier sitio, pero los otros, los primeros, como toda la información les ha llegado de la tele, están como desconectados, y van medio encogidos, con expresión de desconfianza, mirando mal a los que se les acercan y preguntando en la pescadería si el coronavirus es como el anisakis, que se desactiva al congelarlo.
Y al fin lo que quedó pendiente: pagos, papeles, bolos que no se sabe si se llevarán a cabo, un libro que se ha quedado en la cuneta ya dos veces... y la vida de atrás que se paró y ahora una no puede asegurar por dónde continuará. Ah... y el repunte, que va a llegar en julio y luego en septiembre y luego en octubre y luego en Navidad según quién nos lo anuncie. Y que va a jodernos vivos otra vez así que oye, yo voy a empezar a bajar los escalones a pares que lo mismo, como me despiste, me pilla el próximo confinamiento en el rellano entre la calle y el primero y me quedo otra vez sin ver el sol.
Lo dicho... sed felices y mañana dios dirá.
#SafeCreative Mina Cb
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