EL HILO ROJO
Opino, con todos mis respetos hacia quienes lo defienden, que lo del hilo rojo es una tontería. Sí, ya sabéis, esa teoría de que hay personas a las que permanecemos unidos desde siempre mediante un hilo, y que de pronto nos las tropezamos y oye, nos pega como un flash en plan miarayosinestapersonayanov oyapoderestar porque dicen que son nuestros complementos y eso. Un poco como lo de la media naranja o lo del ying y el yang. O lo de las putas piezas azules del cielo de los puzzles, que solo puede ser esa y nada más que esa la que va junto a la otra.
Pues miren, no; no me lo trago. No me gusta llevar enganchado un hilo rojo como si fuera un Cantimpalo. No quiero ser la marioneta de alguien al otro lado del océano. O de la galaxia incluso, que lo mismo el o la de la otra punta está a tomar por culo y nunca te lo tropiezas y te pegas la existencia en un mohín, incompleto e incómodo como si te hubieran interrumpido haciendo pis después de aguantarte las ganas mucho rato y te hubieses quedado a medias.
Y es que a la gente se la lleva en la cabeza o en el corazón. Y a veces en el hígado o el páncreas, o en los órganos excretores, que para todo hay candidatos. Pero no al otro lado de un cordel como si fuéramos un intercomunicador de esos que nos fabricábamos de pequeños con vasos del yogur. Los llevas en el alma aunque estén lejos sin ninguna necesidad de mantenerlos amarrados, que lo de los atadijos es muy malo porque lo mismo, qué se yo, te caes por un barranco y arrastras al otro pobre tras de ti. Así que nada, yo paso de chorradas. El que quiera que me recuerde y el que no pues que recuerde a otras personas, que no soy yo quién para decidir quienes ha de mantener el vínculo conmigo. Y que oye, en estos tiempos que corren y con tanta tecnología si te da la morriña, pues ya sabes:
Mandas un whatsapp y que le den al hilo rojo.
#SafeCreative Mina Cb
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