miércoles, 28 de noviembre de 2018

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 Y SI NO NOS VEMOS, QUE SEA POR TU CULPA

Existe en los anuncios navideños un limbo inexplorado en el que habitan el buen gusto y la sensatez. Un limbo hermoso y entrañable como la vida misma. Realista y pragmático aunque quizá no tan comercial como se viene apreciando en los últimos años. Un limbo en el cual residimos la inmensa mayoría de los españolitos y del que parece que las grandes firmas huyen como de la peste.

Y es que, no nos engañemos, mis queridos lectorcitos: la publicidad navideña da por culo. Cada vez más y con mayor ahínco. Los spots se mueven entre el folletín y el curso de idiomas, exhibiendo formatos que a veces rayan en el patetismo en el primero de los casos y la pornografía en el segundo. Y es que en cuanto llega noviembre te tienes que sentar frente al televisor con una caja de kleenex a un lado y un a jeringa de insulina al otro. La insulina para regular los subidones de azúcar que te generan unos y los kleenex para enjugar los distintos fluidos corporales que te hacen segregar los otros. Que digo yo que tiene que haber un término medio entre el Scrooge regalando boletos de lotería premiados a una pobre chica que tiene a su padre en el hospital y los efebos y las huríes de las marcas de perfume dándose el filete en alta mar. Que no sé yo cómo el ministerio de igualdad no le mete mano al tema, porque desde que la torda de la chupa negra andaba buscando a Jacks ha llovido lo suyo y poco hemos cambiado. Claro que antes era solo eso: las tiarronas de la colonia, el fraude de los juguetes que luego no se mueven solos y el pesado del Almendro, que llegaba a cenar a última hora en Nochebuena sin que lo pillase una huelga de controladores que lo dejase tirado en el aeropuerto de Badajoz, pongo por caso y ya que tiene tanto movimiento. Pero ahora resulta que, como las nuevas tecnologías nos están deshumanizando que alucinas, pues hay que concienciar a la peña para que sea buena, y se redima ante un cliente que va a pedirte que le hagas una llave cuando estás cerrando, por ejemplo, y tú en vez de decirle que vuelva al día siguiente, te hagas el very happy, levantes de nuevo la persiana, pongas la maquinaria en marcha y le copies la llave. Porque es Navidad, oyes. Y si te niegas pues ya sabes: castigado a revivir esa jornada día tras día. Hasta que rectifiques y le regales medio décimo premiado a la chica de la llave, que está toda ojerosa porque lo mismo ha pasado la noche al sereno por tu culpa. Y si no, la del orujo: rapapolvo por no ver a los colegas... que te hacen un cálculo pitagórico y te dicen que te quedan con tu amigo quince horas. Y tú te mueres de la angustia como si le acabasen de detectar una metástasis... pero no... es un truquillo para vender licor. Y para echarte la bulla porque te pegas la vida en el whatssap.... precisamente hablando con ese amigo, ya que no podéis quedar porque él curra siempre de mañana y tú de tarde, y los fines de semana los pasa con su familia, que su mujer, la pobre, está trabajando a 100 km de aquí y solo cae por casa el finde. Pero cualquiera se despide con dos hijos en la Uni y la hipoteca.

Y es que la vida es wondwerful, lo que pasa es que nosotros no nos entermaos. Los únicos que se enteran son los del orujo, los de las colonias y los de la lotería.

El resto somos gilipollas.

#‎SafeCreative‬ Mina Cb

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