lunes, 19 de noviembre de 2018

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2040: FUTURO PERFECTO


Alfredo le da a la guitarra. Se sabe todo el repertorio de Leño. Todo. Y el de Rosendo cuando el grupo desapareció. Nadie se queja porque les recuerda a su juventud. Además ahora está más contento porque hace poco llegó Luz, que había estado tocando la batería en varios de esos grupos que prometen mucho pero que nunca llegan a triunfar. Anda por ahí Elena, que toca un poco el bajo y que, como desde que la pusieron en la puta calle con 53 y no encontraba nada, se tuvo que venir aquí, ha mejorado mucho y ahora es toda una experta. Suenan bien, aunque a menudo tienen que parar. Las incontinencias, ya se sabe. Y es que el tiempo pasa para todos. Setentaycinco le cayeron hace poco a Salvador, un guitarrista gitano con alma roquera de esos que han tenido muchas vidas. Y Laura, una señora con el pelo azul que canta y que dicen que fue gruppy, le hizo un regalo inolvidable: le escribió una carta al Drogas y consiguió que viniera. Parece mentira, con lo mayor que es ese hombre y la vitalidad que tiene. Y la alegría que se llevó Salvador, que estuvo un mes llorando y tiene en la habitación la foto que Pablo, un artista del teleobjetivo que también vive aquí, le hizo con el cantante. La ha enmarcado y le pone velitas, como si fuera un altar. Cuando vienen sus hijos le riñen porque les gustaría que tuviera a Camarón, con el que llegó a tocar cuando era un moco, pero él protesta y los echa con cajas destempladas. Es raro que un calé se aleje de los suyos, pero él así lo decidió. En cuanto supo de esta idea nuestra de amontonarnos en plan asilo hippy se vino para la casa. Lo mismo que Adela, que se le metieron los hijos en el piso cuando murió su compañero y se pegaban la vida controlando si entraba o si salía. Y le montaban broncas cuando llegaba tarde. Y le emplumaban a los nietos... en fin; que no podía hacer su vida. Así que les dejó el pisito y se largó. Otro caso fue el de Íñigo, que querían internarlo en el asilo pero a él las monjas no le iban. Ni eso ni los horarios. Ni las comidas de hospital sin sal y sin sustancia. Que después de haber sobrevivido a la heroína no estaba por la labor de llenar de privaciones los últimos años que le quedaban en el mundo. De hecho, caballo no, pero maría sí consume. Hasta tiene una maceta, que para pronto le dejarían en la resi. Y la comparte, que dicen que es terapéutico. Que yo no sé si lo será, pero lo cierto es que entre el humo y la música a veces esto parece un tugurio del tubo en los ochenta... en fin, que hay tanta marcha que el día menos pensado vamos a poner una taquilla y a cobrar entrada. Y los cuadros... porque las paredes están empapeladas con las obras de María, que fue una pintora muy moderna que hasta vivió en Paris y que estuvo en activo hasta hace muy poquito. Ahora la pobre se va de la cabeza y la tenemos sentadita en un sillón, con un aparatito muy moderno que proyecta ante sí, a través de unas gafas, todos los recuerdos bonitos que almacenó en las redes sociales a lo largo de su vida. Y es que la vejez no está reñida con la tecnología. Sobre todo si nos ponemos malitos, que eso lo gestionan Merche y Santi, que fueron médica y enfermero respectivamente y que también se incorporaron hace tiempo a nuestro equipo. Y no podemos estar mejor alimentados, porque hace un mes acogimos a Marta, una ex conductora de ambulancia que hace unas croquetas que alucinas. Que a lo mejor no nos convienen mucho, como la cerveza, que hasta hemos instalado un tirador, pero que para cuatro días que nos quedan tampoco es cuestión de andar escatimando.


Al menos mientras sigamos tan estupendos como ahora.


#SafeCreative Mina Cb

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