2040: FUTURO PERFECTO
Alfredo le da a la guitarra. Se sabe todo el repertorio de Leño. Todo. Y
el de Rosendo cuando el grupo desapareció. Nadie se queja porque les
recuerda a su juventud. Además ahora está más contento porque hace poco
llegó Luz, que había estado tocando la batería en varios de esos grupos
que prometen mucho pero que nunca llegan a triunfar. Anda por ahí Elena,
que toca un poco el bajo y que, como
desde que la pusieron en la puta calle con 53 y no encontraba nada, se
tuvo que venir aquí, ha mejorado mucho y ahora es toda una experta.
Suenan bien, aunque a menudo tienen que parar. Las incontinencias, ya se
sabe. Y es que el tiempo pasa para todos. Setentaycinco le cayeron hace
poco a Salvador, un guitarrista gitano con alma roquera de esos que han
tenido muchas vidas. Y Laura, una señora con el pelo azul que canta y
que dicen que fue gruppy, le hizo un regalo inolvidable: le escribió una
carta al Drogas y consiguió que viniera. Parece mentira, con lo mayor
que es ese hombre y la vitalidad que tiene. Y la alegría que se llevó
Salvador, que estuvo un mes llorando y tiene en la habitación la foto
que Pablo, un artista del teleobjetivo que también vive aquí, le hizo
con el cantante. La ha enmarcado y le pone velitas, como si fuera un
altar. Cuando vienen sus hijos le riñen porque les gustaría que tuviera a
Camarón, con el que llegó a tocar cuando era un moco, pero él protesta y
los echa con cajas destempladas. Es raro que un calé se aleje de los
suyos, pero él así lo decidió. En cuanto supo de esta idea nuestra de
amontonarnos en plan asilo hippy se vino para la casa. Lo mismo que
Adela, que se le metieron los hijos en el piso cuando murió su compañero
y se pegaban la vida controlando si entraba o si salía. Y le montaban
broncas cuando llegaba tarde. Y le emplumaban a los nietos... en fin;
que no podía hacer su vida. Así que les dejó el pisito y se largó. Otro
caso fue el de Íñigo, que querían internarlo en el asilo pero a él las
monjas no le iban. Ni eso ni los horarios. Ni las comidas de hospital
sin sal y sin sustancia. Que después de haber sobrevivido a la heroína
no estaba por la labor de llenar de privaciones los últimos años que le
quedaban en el mundo. De hecho, caballo no, pero maría sí consume. Hasta
tiene una maceta, que para pronto le dejarían en la resi. Y la
comparte, que dicen que es terapéutico. Que yo no sé si lo será, pero lo
cierto es que entre el humo y la música a veces esto parece un tugurio
del tubo en los ochenta... en fin, que hay tanta marcha que el día menos
pensado vamos a poner una taquilla y a cobrar entrada. Y los cuadros...
porque las paredes están empapeladas con las obras de María, que fue
una pintora muy moderna que hasta vivió en Paris y que estuvo en activo
hasta hace muy poquito. Ahora la pobre se va de la cabeza y la tenemos
sentadita en un sillón, con un aparatito muy moderno que proyecta ante
sí, a través de unas gafas, todos los recuerdos bonitos que almacenó en
las redes sociales a lo largo de su vida. Y es que la vejez no está
reñida con la tecnología. Sobre todo si nos ponemos malitos, que eso lo
gestionan Merche y Santi, que fueron médica y enfermero respectivamente y
que también se incorporaron hace tiempo a nuestro equipo. Y no podemos
estar mejor alimentados, porque hace un mes acogimos a Marta, una ex
conductora de ambulancia que hace unas croquetas que alucinas. Que a lo
mejor no nos convienen mucho, como la cerveza, que hasta hemos instalado
un tirador, pero que para cuatro días que nos quedan tampoco es
cuestión de andar escatimando.
Al menos mientras sigamos tan estupendos como ahora.
#SafeCreative Mina Cb
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