LA TÍA DE LA VARA
Así es como me llaman.
No saben mi nombre. Ni quién soy o lo que hago. Simplemente se cruzan conmigo con frecuencia y me han puesto ese mote. Algunos me lo dicen en voz alta. Otros bromean y me hacen preguntas estúpidas. Yo a veces respondo sonriendo y otras con un gruñido, según como me pillen. Porque la verdad, es un coñazo eso de cargar sí o sí con un bastón de marcha en un terreno llano. Cada día y durante al menos una hora. Pero es lo que hay.
Al principio llevaba una navaja. Una grande, que compré en una feria y con la que fliparon los forales una vez que pasé por allí para solucionar un problemilla con un coche. Eché la riñonera a la cinta y el agente me miró: “¿Eso que lleva usted es una navaja?”. Sí- le dije. Y él me dijo que el filo era antirreglamentario porque pasaba de no sé cuánto y yo le dije que también era antirreglamentario que en un camino no lejos de allí, un tío visiblemente trastornado que solía frecuentarlo, me hubiese soltado eso de “Si tú fueras mi mujer te iba a follar hasta que te cayeses muerta”. Que, oye, todos tenemos derecho a la vida... pero que si está loco que lo encierren, que lo mismo cumple su amenaza sin mediar el desposorio y luego ni siquiera lo enchironan porque se le va la olla y yo llevaba pantalones cortos.
Pero claro, luego lo piensas, cuando un día un chorbo que te ha hecho un mal gesto desde la ventanilla de su coche y al que tú has respondido con un corte de mangas (si es que, Minina, la culpa es tuya porque siempre vas buscando guerra...) y te ha esperado en la oreja de la carretera para que vieras que giraba y se iba tras de ti y tienes que desviarte por un camino, o cuando ves que un coche con varios pavos dentro para unos metros más adelante y media vuelta pa casa... pues entonces decides que lo de la navaja no. Que si te meten en un coche estás jodida lleves lo que lleves en el bolsillo. Sobre todo si son dos tíos o más. Y que aunque sea uno solo de qué te puede servir la navaja si no sabes utilizarla. Si te bloqueas. Si resulta que la sacas y el otro te la quita y la emplea contra ti. Así que te vas a la tienda y pides un bastón de marcha. El más grande. Porque el dependiente te ha ofrecido uno de esos de nórdica, plegable y ligero. Pero tú quieres uno que se vea. De lejos. Que se adivine que vas a reventarle la cabeza al primero que se atreva a amedrentarte. Y mano de santo, oye. Eso sí, estorba lo indecible. Aunque a veces venga bien cuando hay barro o te da por hacer el cabritillo. Pero de normal es un estorbo. Así que empiezas a dejarlo en casa. Porque te confías. Y otra vez. El coche que para y que como lo mandas a la mierda te espera más adelante. Y como no lo ves te llama. Para que te enteres. Y tienes que desviarte de camino a casa para que el tordo no vea hacia dónde vas. Que igual al tío la broma le pareció de lo más graciosa, pero que yo no me reí. Ni un poco. Y ya , cuando vuelve a aparecer (porque vuelve a aparecer) te vas a los forales, y el chaval, un tío muy simpático, te dice que la próxima vez le tomes la matrícula y llames al 112, que localizan la llamada y acuden si hace falta. Claro: a mí me sale un loco en coche, llamo al 112 y el tío espera a que llegue la pasma para meterme en el vehículo y llevárseme de allí. Porque es tonto perdido. Pero lo mejor es cuando el policía te dice que igual el chico solo quiere ser tu amigo. Claro, por eso te ha preguntado si estabas casada. Y te ha dicho que ha dado la vuelta entera solo para abordarte. Porque quiere ser tu amigo. Eso es precisamente lo que hago yo con los hombres que me llaman la atención: los abordo, preguntándoles a bocajarro si están casados. O los persigo con el coche. O les digo que me los follaría hasta que se cayeran muertos.
Lo más normal del mundo, vamos.
#SafeCreative Mina Cb
Así es como me llaman.
No saben mi nombre. Ni quién soy o lo que hago. Simplemente se cruzan conmigo con frecuencia y me han puesto ese mote. Algunos me lo dicen en voz alta. Otros bromean y me hacen preguntas estúpidas. Yo a veces respondo sonriendo y otras con un gruñido, según como me pillen. Porque la verdad, es un coñazo eso de cargar sí o sí con un bastón de marcha en un terreno llano. Cada día y durante al menos una hora. Pero es lo que hay.
Al principio llevaba una navaja. Una grande, que compré en una feria y con la que fliparon los forales una vez que pasé por allí para solucionar un problemilla con un coche. Eché la riñonera a la cinta y el agente me miró: “¿Eso que lleva usted es una navaja?”. Sí- le dije. Y él me dijo que el filo era antirreglamentario porque pasaba de no sé cuánto y yo le dije que también era antirreglamentario que en un camino no lejos de allí, un tío visiblemente trastornado que solía frecuentarlo, me hubiese soltado eso de “Si tú fueras mi mujer te iba a follar hasta que te cayeses muerta”. Que, oye, todos tenemos derecho a la vida... pero que si está loco que lo encierren, que lo mismo cumple su amenaza sin mediar el desposorio y luego ni siquiera lo enchironan porque se le va la olla y yo llevaba pantalones cortos.
Pero claro, luego lo piensas, cuando un día un chorbo que te ha hecho un mal gesto desde la ventanilla de su coche y al que tú has respondido con un corte de mangas (si es que, Minina, la culpa es tuya porque siempre vas buscando guerra...) y te ha esperado en la oreja de la carretera para que vieras que giraba y se iba tras de ti y tienes que desviarte por un camino, o cuando ves que un coche con varios pavos dentro para unos metros más adelante y media vuelta pa casa... pues entonces decides que lo de la navaja no. Que si te meten en un coche estás jodida lleves lo que lleves en el bolsillo. Sobre todo si son dos tíos o más. Y que aunque sea uno solo de qué te puede servir la navaja si no sabes utilizarla. Si te bloqueas. Si resulta que la sacas y el otro te la quita y la emplea contra ti. Así que te vas a la tienda y pides un bastón de marcha. El más grande. Porque el dependiente te ha ofrecido uno de esos de nórdica, plegable y ligero. Pero tú quieres uno que se vea. De lejos. Que se adivine que vas a reventarle la cabeza al primero que se atreva a amedrentarte. Y mano de santo, oye. Eso sí, estorba lo indecible. Aunque a veces venga bien cuando hay barro o te da por hacer el cabritillo. Pero de normal es un estorbo. Así que empiezas a dejarlo en casa. Porque te confías. Y otra vez. El coche que para y que como lo mandas a la mierda te espera más adelante. Y como no lo ves te llama. Para que te enteres. Y tienes que desviarte de camino a casa para que el tordo no vea hacia dónde vas. Que igual al tío la broma le pareció de lo más graciosa, pero que yo no me reí. Ni un poco. Y ya , cuando vuelve a aparecer (porque vuelve a aparecer) te vas a los forales, y el chaval, un tío muy simpático, te dice que la próxima vez le tomes la matrícula y llames al 112, que localizan la llamada y acuden si hace falta. Claro: a mí me sale un loco en coche, llamo al 112 y el tío espera a que llegue la pasma para meterme en el vehículo y llevárseme de allí. Porque es tonto perdido. Pero lo mejor es cuando el policía te dice que igual el chico solo quiere ser tu amigo. Claro, por eso te ha preguntado si estabas casada. Y te ha dicho que ha dado la vuelta entera solo para abordarte. Porque quiere ser tu amigo. Eso es precisamente lo que hago yo con los hombres que me llaman la atención: los abordo, preguntándoles a bocajarro si están casados. O los persigo con el coche. O les digo que me los follaría hasta que se cayeran muertos.
Lo más normal del mundo, vamos.
#SafeCreative Mina Cb
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