jueves, 6 de septiembre de 2018

 



IRSE DE UNA (puta) VEZ

Recuerdo muy bien que cuando Chapman se llevó por delante a Lennon pensé que el tipo acababa de hacerles un favor a los Beatles, ya que no podrían caer en a tentación de reunirse para galas benéficas y exhibir sus decrépitas anatomías por los escenarios de medio mundo, cantando de ahí a veinte años las canciones que ya no interesarían a casi nadie. Era la reflexión de una chiquilla (el azar quiso que lo quitasen de en medio el día de mi 14 cumpleaños) que no veía muy claro lo de las estrellas sexagenarias y que prefería, en aquel momento, que la historia conservase al John de las perilla y las gafitas que dejaba el legado de Imagine, idílico retrato del mundo con que todos hemos soñado alguna vez.
Claro que a la que de verdad le hizo Chapman un favor fue a doña Yoko (la culpa de todo la tiene Yoko Ono, ya se sabe), que procesó en un tiempo récord los temas que Lennon tenía en maqueta para editar el Double Fantasy en apenas dos semanas, y forrarse, aún con las gafas oscuras de Pantoja acosada por los paparazzis, aprovechando el filón comercial de la Navidad neoyorkina.

Pero a lo que iba: el caso es que el tiempo me ha ido dando la razón. Y es que yo de cría les tenía mucha tirria a los de la Década Prodigiosa. Por horteras y por antiguos. Por tocar unos temas del año de la polka e intentar vendérselos a la gente joven como si estuvieran recién salidos de la partitura. Me jodía mogollón que tuvieran tanto éxito, y que en las verbenas de verano no se escuchase otra cosa que las recreaciones de los Brincos y los Bravos. Con todo lo que en España se estaba haciendo entonces, que andaban por ahí Radio Futura, Leño, los Secretos, Alaska, Barón Rojo... y no. A la peña le gustaba Popotitos, que tenía más años que el reloj de la plaza. Así que yo pasaba e iba a lo mío. De auténtica y de moderna: con los pelos rojos y todo el fin de semana metida en el Parrys oyendo el tecno que el Angelillo se traía de Londres. Pasando de antiguallas y a mi bola. Que si algo había entonces en la música era dónde elegir.

Poco tardó el filón en dar sus frutos y, cuando ya los nuevos talentos fueron engullendo a los horteras y a los cantautores, se produjo el otro “revival”: el de los conciertos que reunían estrellas que llevaban años sin parir un disco y pretendían vivir de la sopa boba hasta el fin de los tiempos y amén. Hablo de los espectáculos tipo “El gusto es nuestro”, en donde Ana Belén y Víctor Manuel (el rojeras que le componía a la Pantoja) se juntaron con un Miguel Ríos que no había levantado cabeza desde El rock de una noche de verano y con Serrat, que creo que por aquel entonces ya hacía veinte años que tenía veinte años. Dicen las malas lenguas que Sabina rechazó formar parte del grupo (“Si no hubiera arriesgado tal vez me acusarían / de quedarme colgado en Calle Melancolía”), aunque también es cierto que acabó mano a mano con Serrat en una iniciativa, a mi modo de ver, bastante más digna que la anterior.

Pero el cuento no acaba aquí, puesto que el paso de los años y el efecto de los excesos habían minado la salud y las filas de muchos de los grupos que compusieron el panorama de los ochenta: rockeros, poperos... ninguno se libró del hechizo de las drogas y fueron cayendo, uno tras otro, como fichas de dominó, al tiempo que perdían su energía, sus melenas y hasta su voz en algunos de los casos. Pero el oficio es el oficio y nadie tiene la misma mentalidad a los cincuenta que a los veinte. Y ya no parecen acordarse del repelús que les producían aquellas viejas glorias fofas y encanecidas aferrándose al micrófono. Y continúan hasta que ya no son capaces de vender o de llenar. Y entonces apelan al rentable recurso de la nostalgia y organizan giras de despedida que duran tres veranos, o galas en las que se reúnen todos en el mismo escenario, y tocan las canciones de siempre pero ya sin fuerza. Y el espectador luego va a casa, y mira la portada de ese primer disco que guarda como oro en paño y se echa a llorar. Y grita que no hay derecho. Que hay cosas que deben quedar tal cual para siempre en la memoria.

Como los Beatles.

#‎SafeCreative‬ Mina Cb
Nota de la autora: Lo siento, pero al ver el nombre de Tequila he entrado en estado de shock. Y no lo he podido remediar.


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