LA INSÓLITA UTILIDAD DE LAS CACEROLAS DE MI AMIGA
Tengo una amiga muy moderna que usa la olla para todo. No sólo para guisos, postres y paellas. No sólo para teñir echarpes o sumarse a caceroladas reivindicativas. No sólo para hervir plantas con que aromatizar la casa, que ella es muy naturópata. Va mucho más allá. De hecho, ayer me comentó que hasta para la actividad sexual le ha encontrado utilidad.
Debo apuntar que mi amiga es un tanto parrandera y despendoladilla. Y que no tiene complejos ni prejuicios, por lo cual no es raro que termine las fiestas llevándose a casa algo de lo último que queda por los after. Que a ciertas horas y en cierto estado hasta un orangután puede asemejarse a Brad Pitt. Y luego claro, llegas a casa, enciendes la luz y te llevas el susto padre. Y no es lo malo eso. Lo peor es que el tipo se queda con tu cara. Y luego se lo cuenta a todo el mundo. Así que a mi amiga se le ocurrió lo de la olla. Dice que fue una noche, así como que tontamente; que dio con un cinéfilo y empezaron a jugar en la cocina a lo del cartero siempre llama dos veces y que como andaba por allí la cacerola de la olla, a ella se le ocurrió ponérsela al chico en la cabeza. Y él encantado con tal de rematar el plan. Y ella lo mismo, porque en primer lugar era bastante feo y en segundo lugar en cuanto terminaron lo puso en el rellano y le quitó el capuchón justo antes de cerrar la puerta. Sin darle siquiera un beso de despedida, que al romeo ya se le habían bajado los vapores etílicos y si se le acercaba se iba a quedar con sus facciones.
Volvió a la carga hace unos días, me dice. Pero no con el mismo, desde luego. Ensayó de nuevo la táctica del cartero (esta vez había dejado a mano la olla deliberadamente) y el chaval le dijo que bueno vale pero que ella también tenía que ponerse algo. Así que echó mano de la cazuela de cocer los espaguetis y allá que se lanzaron ambos al ataque, dale que te pego al tema, atronando el silencio de la noche con el resonar de los metales golpeándose entre sí. Tal era el estruendo que el vecino del tercero, uno de esos paladines de la galaxia que moran en todas las comunidades, llamó al timbre preocupado y se quedó boquiabierto cuando le abrió un tío en pelotas y le preguntó, en tono dartvaderiano, hablando por debajo del metal, que qué coño quería. El intruso, que tenía desde hacía meses fantasías eróticas con la vecina, vio las puertas del cielo abrirse de par en par, se plantó en su piso en dos zancadas y bajó con su mujer y dos cazuelas hondas. Aprovechó la confusión y se calzó a la vecinita mientras el otro se beneficiaba a su legítima, que tampoco se opuso al intercambio. Tan contentos terminaron que el fin de semana próximo van a repetir. Mi amiga me ha dicho que esta vez probarán con ensaladeras.
Yo le he recomendado los coladores de pasta, que llevan agujeritos y no son de cristal.
Pero no sé si me va a hacer caso porque creo que le van (les van) las emociones fuertes.
#SafeCreative Mina Cb
Tengo una amiga muy moderna que usa la olla para todo. No sólo para guisos, postres y paellas. No sólo para teñir echarpes o sumarse a caceroladas reivindicativas. No sólo para hervir plantas con que aromatizar la casa, que ella es muy naturópata. Va mucho más allá. De hecho, ayer me comentó que hasta para la actividad sexual le ha encontrado utilidad.
Debo apuntar que mi amiga es un tanto parrandera y despendoladilla. Y que no tiene complejos ni prejuicios, por lo cual no es raro que termine las fiestas llevándose a casa algo de lo último que queda por los after. Que a ciertas horas y en cierto estado hasta un orangután puede asemejarse a Brad Pitt. Y luego claro, llegas a casa, enciendes la luz y te llevas el susto padre. Y no es lo malo eso. Lo peor es que el tipo se queda con tu cara. Y luego se lo cuenta a todo el mundo. Así que a mi amiga se le ocurrió lo de la olla. Dice que fue una noche, así como que tontamente; que dio con un cinéfilo y empezaron a jugar en la cocina a lo del cartero siempre llama dos veces y que como andaba por allí la cacerola de la olla, a ella se le ocurrió ponérsela al chico en la cabeza. Y él encantado con tal de rematar el plan. Y ella lo mismo, porque en primer lugar era bastante feo y en segundo lugar en cuanto terminaron lo puso en el rellano y le quitó el capuchón justo antes de cerrar la puerta. Sin darle siquiera un beso de despedida, que al romeo ya se le habían bajado los vapores etílicos y si se le acercaba se iba a quedar con sus facciones.
Volvió a la carga hace unos días, me dice. Pero no con el mismo, desde luego. Ensayó de nuevo la táctica del cartero (esta vez había dejado a mano la olla deliberadamente) y el chaval le dijo que bueno vale pero que ella también tenía que ponerse algo. Así que echó mano de la cazuela de cocer los espaguetis y allá que se lanzaron ambos al ataque, dale que te pego al tema, atronando el silencio de la noche con el resonar de los metales golpeándose entre sí. Tal era el estruendo que el vecino del tercero, uno de esos paladines de la galaxia que moran en todas las comunidades, llamó al timbre preocupado y se quedó boquiabierto cuando le abrió un tío en pelotas y le preguntó, en tono dartvaderiano, hablando por debajo del metal, que qué coño quería. El intruso, que tenía desde hacía meses fantasías eróticas con la vecina, vio las puertas del cielo abrirse de par en par, se plantó en su piso en dos zancadas y bajó con su mujer y dos cazuelas hondas. Aprovechó la confusión y se calzó a la vecinita mientras el otro se beneficiaba a su legítima, que tampoco se opuso al intercambio. Tan contentos terminaron que el fin de semana próximo van a repetir. Mi amiga me ha dicho que esta vez probarán con ensaladeras.
Yo le he recomendado los coladores de pasta, que llevan agujeritos y no son de cristal.
Pero no sé si me va a hacer caso porque creo que le van (les van) las emociones fuertes.
#SafeCreative Mina Cb
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