CARPETAS
Escribo mi vida
y después la voy almacenando en cualquier parte,
sin orden ni concierto:
un caos de existencia epistolada.
Empecé, ya de niña
en aquellos cuadernos de Rubio que llevaban rayitas
horizontales
para que no me saliese de la regla.
Más tarde me pasé al desconcertante papel cuadriculado,
que uno no sabe nunca si hay que meter una letra en cada espacio
y si hay que separar las líneas dejando renglones vacíos…
Un sindiós, en fin.
Y llegó al fin el folio,
ese espacio infinito sin renglones ni reglas
por el cual mis estados anímicos se andaban desgranando,
hacia arriba, hacia abajo, en espiral,
ilegibles, quebradas oraciones,
abarquilladas a menudo por las lágrimas
que formaban lagunas azules y rugosas
a cuyo alrededor se deshacían las palabras,
picudos jeroglíficos de sangre añil.
Me sacó de ese anárquico, imposible
y desigual rimero de carpetas añejas de raídas gomas
aquél ordenador primero
en el que al fin podía depositar, sin que invadieran una buena parte de mi espacio
los fragmentos de vida
que aún podían quedarme por trazar:
y allá que fueron llantos, sinsabores,
atardeceres malvas y sonrisas
y besos… muchos besos
que esa torre de placas de litio y baquelita guarecía
como si se tratase de una fortaleza medieval…
¡Ay! pero el miedo no descansa:
averías y virus, apagones,
cortocircuitos que dejan amnésico al sistema
y todo se funde entre el estaño requemado.
Un extraíble… una masa metálica y pesada
donde poner a salvo mis vivencias…
Pero no- me decían- No será suficiente.
La nube entonces…
La nube en la que voy depositando mis amores,
mis lloros y un millar de amaneceres rosados y espléndidos,
mis días y mis noches…
Mi vida en una nube que me llueve
cuando yo se lo pido.
Mas tampoco con eso fue bastante
y ya últimamente, y en el colmo de la paranoia,
me voy encapsulando en un pen drive…
o mejor dicho en varios,
porque la verdad es que me pierdo de forma continuada
y luego he de buscarme en la cocina,
entre los cubiertos,
en el armarito de las llaves,
en la repisa donde tengo los retratos…
Y al fin, cuando ya lo dí por imposible
y he empezado a enclaustrarme en otro pincho
me tropiezo con mi misma mismidad una mañana
mientras busco unas bragas en el cajón de la mesilla
y me pregunto, atónita
y un tanto divertida
cómo me fue posible llegar hasta allí…
¡Ay! ¡Cuánto echo de menos a veces las carpetas!
#SafeCreative Mina Cb
Escribo mi vida
y después la voy almacenando en cualquier parte,
sin orden ni concierto:
un caos de existencia epistolada.
Empecé, ya de niña
en aquellos cuadernos de Rubio que llevaban rayitas
horizontales
para que no me saliese de la regla.
Más tarde me pasé al desconcertante papel cuadriculado,
que uno no sabe nunca si hay que meter una letra en cada espacio
y si hay que separar las líneas dejando renglones vacíos…
Un sindiós, en fin.
Y llegó al fin el folio,
ese espacio infinito sin renglones ni reglas
por el cual mis estados anímicos se andaban desgranando,
hacia arriba, hacia abajo, en espiral,
ilegibles, quebradas oraciones,
abarquilladas a menudo por las lágrimas
que formaban lagunas azules y rugosas
a cuyo alrededor se deshacían las palabras,
picudos jeroglíficos de sangre añil.
Me sacó de ese anárquico, imposible
y desigual rimero de carpetas añejas de raídas gomas
aquél ordenador primero
en el que al fin podía depositar, sin que invadieran una buena parte de mi espacio
los fragmentos de vida
que aún podían quedarme por trazar:
y allá que fueron llantos, sinsabores,
atardeceres malvas y sonrisas
y besos… muchos besos
que esa torre de placas de litio y baquelita guarecía
como si se tratase de una fortaleza medieval…
¡Ay! pero el miedo no descansa:
averías y virus, apagones,
cortocircuitos que dejan amnésico al sistema
y todo se funde entre el estaño requemado.
Un extraíble… una masa metálica y pesada
donde poner a salvo mis vivencias…
Pero no- me decían- No será suficiente.
La nube entonces…
La nube en la que voy depositando mis amores,
mis lloros y un millar de amaneceres rosados y espléndidos,
mis días y mis noches…
Mi vida en una nube que me llueve
cuando yo se lo pido.
Mas tampoco con eso fue bastante
y ya últimamente, y en el colmo de la paranoia,
me voy encapsulando en un pen drive…
o mejor dicho en varios,
porque la verdad es que me pierdo de forma continuada
y luego he de buscarme en la cocina,
entre los cubiertos,
en el armarito de las llaves,
en la repisa donde tengo los retratos…
Y al fin, cuando ya lo dí por imposible
y he empezado a enclaustrarme en otro pincho
me tropiezo con mi misma mismidad una mañana
mientras busco unas bragas en el cajón de la mesilla
y me pregunto, atónita
y un tanto divertida
cómo me fue posible llegar hasta allí…
¡Ay! ¡Cuánto echo de menos a veces las carpetas!
#SafeCreative Mina Cb
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